Las tradiciones, festejos y ritos que dan la bienvenida al nuevo año en todas las partes del mundo son dispares, como asombrosas y originales. Cada una de ellas puede tener una simbología especial relacionada con creencias y divinidades, religiones o culturas del lugar.
La llegada del nuevo año simboliza además la victoria del bien y de la luz sobre el mal y la oscuridad. Es el momento de reconciliarse con los enemigos, de renovar las casas, pintarlas y limpiarlas, comprar ropa, orar y llenar el cielo de fuegos de mil colores.
Para muchas personas alrededor del mundo, el Año Nuevo es una de las festividades más esperadas a lo largo de los 365 días anteriores, ya que marca un antes y un después del buen o mal año que se pudo haber experimentado. Pero, ¿qué es exactamente el Año Nuevo?
Orígenes de la celebración
Todo empezó en la antigua Roma. El calendario que se usaba anteriormente en Roma tenía 10 meses lunares y comenzaba en primavera, en la luna llena más próxima al equinoccio de marzo (los idus de marzo). Estos diez meses marcaban un compás difícilmente ajustable al de las estaciones y al ciclo solar, que tenían una importancia obvia en la actividad del campo y había sido adoptado antes por los egipcios.
Según el historiador Plutarco, el rey Numa Pompilio en el siglo VIII a. C. añadió el undécimo mes, Ianarius, y el duodécimo, februarius, al calendario de Rómulo, para un mejor ajuste. No obstante, a pesar de ya tener doce meses, el año romano siguió comenzando en primavera hasta 153 a.C., un siglo antes de la reforma del Calendario Juliano. Posteriormente se trasladaría el comienzo del año a las calendas de enero (la primera luna nueva del mes), cuando tomaran posesión de su cargo los cónsules, dando inicio a la cuenta del año desde entonces.
Con enero abriendo el año (en vez de ser el undécimo mes), se reformó el calendario de Roma dando lugar en el 46 a.C. al calendario Juliano, organizado por el sabio Sosígenes de Alejandría y llamado así en honor de Julio César. Este calendario sería usado en algunos países de Europa hasta principios del siglo XX, especialmente entre los practicantes de la religión Ortodoxa.
No obstante, en una buena parte del continente la preferencia a la hora de celebrar el comienzo de año caía en otras fechas. Si las civilizaciones Mediterráneas celebraban el Año Nuevo en la primavera, los pueblos del norte preferían el invierno. Al comparar entre ambas latitudes conviene recordar que la diferencia estacional entre el cálido sur de Europa y el frío norte marcaba una diferencia grande en la forma de vivir, empezando por el ritmo de trabajo del campo y siguiendo por la caza y el pastoreo. De estas diferencias se desprende una experiencia del ciclo anual muy diferente.
Por ejemplo, el hecho de que en el norte, incluso después de la adopción general del calendario juliano impuesta por el emperador Carlomagno en el siglo VIII, el año siguió dividiéndose principalmente en dos estaciones, la de Skammdegi (los días cortos) y la de Náttleysi (los días sin noche), como se referían a ellas los islandeses. En este contexto, lo común era que el inicio del año coincidiera con las celebraciones de invierno y en particular el Samaín (1 de Noviembre), el inicio de la estación oscura, porque bajo la nieve la tierra se regeneraba y los ancestros volvían a ella en la oscuridad. Y ello debía ser propiciado con las celebraciones y ritos oportunos.
Tras el triunfo del cristianismo hubo reticencias a festejar el día primero del año, por recordar celebraciones paganas. El día de año nuevo se estructuró sobre un error de cálculo cometido por el monje Dionisio el Exiguo al fijar entre cuatro y cinco años antes el comienzo de la era cristiana.
Algunos, intentaron sin éxito cambiar los nombres de los meses, como fue el caso de Carlomagno, que propuso una versión juliana con los nombres germánicos, basados principalmente en fenómenos climáticos o en labores del campo. No obstante, se continuó dando una relevancia fundamental a las cuestiones religiosas a la hora de saludar el comienzo del año y, así, la preferencia general para el año nuevo rara vez era el 1 de Enero. La cristiandad estableció varios criterios que fueron usados por distintos reinos y poblaciones a discreción.
En las regiones del Imperio Bizantino el comienzo de año se celebraba el 1 de Septiembre. Mientras que en Venecia también podía empezar el 1 de Marzo, siguiendo la tradición romana más antigua. También se quiso celebrar el 1 de Enero, como acostumbraban hacer los francos hasta el siglo VIII, bajo los reyes merovingios. Esta fecha, heredera del calendario romano, fue cristianizada como día de la Circuncisión y santificada como comienzo del año cristiano también por los reinos cristianos del norte de la Península Ibérica.
En el siglo XIII, sin embargo, en el reino de Navarra se usaba la fecha del Domingo de Resurrección. Con el tiempo, tanto Aragón como Castilla empezaron a usar el día de la Anunciación como el comienzo de año, el 25 de Marzo, fecha anteriormente conocida como la Encarnación. Sin embargo, se conoce que en 1350, Pedro IV de Aragón prohibió este uso y estableció la fecha de Navidad, el 25 de Diciembre, como año nuevo oficial.
En 1582, el papa Gregorio XIII dispuso que el Año Nuevo comenzara a festejarse, el 1 de enero para todos los países católicos, al inaugurar el calendario en vigencia, que sustituyó al juliano. Luego, poco a poco, las restantes naciones lo incorporaron. En Rusia, por ejemplo, solo se sustituyó después de la Revolución de 1917 y en Grecia, el último país en abandonarlo y adoptar el calendario civil actual (el Gregoriano), se usó hasta 1923.
Sin embargo, el comienzo del año astronómico o natural basado en el ciclo de las estaciones continúa siendo el equinoccio de primavera en el Norte (de otoño en el Sur), esto es, entre el 20 y el 21 de marzo, cuando el sol toca el punto vernal y la rueda de las estaciones recomienza su vuelta.
En la misma fecha comienza también el año astrológico: entre el 20 y 21 de marzo el sol “toca” el cero grado de Aries (o punto vernal) primer signo del zodíaco, para luego ir avanzando, cada treinta días, sobre cada uno de los restantes once signos.
Los astrólogos aseguran que el año nuevo es personal y que empieza cuando uno llega al mundo, es decir, el día del cumpleaños.
Otras fechas y Costumbres
En Cuba, desde el triunfo de la Revolución, es una tradición de año nuevo, esperar la medianoche siguiendo la programación especial en la televisión. En consecuencia, la mayoría de las familias esperan desde minutos antes de las doce que se señale la hora oficial en las diferentes televisoras del país. Seguidamente, tras el anuncio de la llegada del siguiente año las personas intercambian abrazos y deseos de prosperidad y bienestar.
También es una tradición de año nuevo en Cuba el realizar diferentes rituales para atraer la buena suerte al inicio de año. En consecuencia, muchas personas acostumbran realizar diferentes gestos con la finalidad de obtener sus propósitos para el siguiente año.
Algunos radicales ortodoxos celebran el 14 de enero al mantener el calendario juliano.
El Año Nuevo Islámico se celebra el 1 de Muharram, aproximadamente a finales de enero e inicios de febrero.
La celebración del Año Nuevo Tibetano se celebra entre enero y marzo.
La celebración del Año Nuevo Iraní ocurre el 21 de marzo.
En Tailandia, Camboya, Birmania y Bengala se celebra entre el 13 y 15 de abril.
El Año Nuevo Mapuche se celebra el 24 de julio.
El pueblo judío no toman como referencia el a.C. y d.C. Celebran su año nuevo con el “Rosh-hashanáh” y cae dentro del mes de septiembre o comienzos de octubre.
En Etiopía el Año Nuevo se celebra el 11 de septiembre.
En la ciudad de Buenos Aires, la ley 1550 sancionada en 2004, instituyó el 21 de junio como año nuevo de los pueblos originarios, en función de que ellos lo celebran en el solsticio de invierno, y por tanto, ese día sus hijos quedan exceptuados de concurrir a clase.
En Brasil, la celebración de la llegada del nuevo año se realiza en torno al mar, siendo el agua el principal protagonista de los rituales que se llevan a cabo. Cuando llegan las 12 de la noche los brasileños vestidos de blanco (para la buena suerte) se disponen a saltar sobre las olas de la playa durante siete veces seguidas con el fin de atraer la buena suerte. Esta tradición se realiza en honor a Jemanjá, diosa de los océanos, una deidad de origen africano muy venerada en Brasil.
En la actualidad
El mayor significado que tiene el Año Nuevo es con la vida misma, ya que simplifica el inicio de un nuevo ciclo y con esto el comienzo de nuevas oportunidades, tanto profesionales, como personales y así cumplir las expectativas que se tienen para los meses venideros, o las que se tuvieron durante los 12 meses pasados.