Dulce María Borrero. Foto tomada de Internet

Dulce María Borrero: Poetisa, educadora y feminista

Continuadora de una tradición familiar: su abuelo paterno fue poeta; lo fue su padre, que era también un notable hombre de ciencia, el Dr. Esteban Borrero Echevarría, y su hermana, Juana. Como Juana, fue también Dulce María Borrero una muy distinguida pintora de flores y naturalezas muertas.

Dulce María se destacó también como bibliógrafa, fue una notable pedagoga y tuvo activa participación social, particularmente en lo relativo a los derechos de la mujer en la sociedad cubana.

Vida y Obra

Dulce María Borrero Pierra nació el 10 de septiembre de 1883 en La Habana, en el barrio de Puentes Grandes, que en la actualidad pertenece al municipio Playa, en una casona que hoy no existe. 

Formó parte de una familia valiosa desde el punto de vista intelectual. Una de sus hermanas fue la poetisa Juana, otra la periodista Ana María; su padre, Esteban Borrero, alcanzó el grado de coronel en el ejército mambí durante la Guerra de los Diez Años y, además de médico, fue autor de algunas obras literarias, entre ellas El ciervo encantado (1905). Su madre, Consuelo Pierra y Agüero, también se inclinaba a la poesía, era hermana de Martina Pierra de Poo y estaba emparentada con Gertrudis Gómez de Avellaneda, dramaturga, poetisa y novelista, precursora del feminismo cubano.

Después que en los últimos años del siglo XIX la casa de las tertulias literarias de los Borrero en Puentes Grandes fuera saqueada y los voluntarios españoles rompieran los cuadros y los libros y emplazaran un cañón frente a la vivienda del médico-poeta, Dulce María y su familia tuvieron que marchar al exilio en 1895. Se trasladaron entonces a la localidad norteamericana de Key West (Cayo Hueso), donde se establecieron. 

Allí publicó sus primeros versos en la Revista de Cayo Hueso. Dulce María vivió después con su padre en Costa Rica por haber sido designado este representante o delegado extraordinario de la República de Cuba en Armas en ese país y en El Salvador. La familia Borrero regresa a Cuba a fines de 1899.

En ese contexto político y económico, los Borrero reabrieron su casa a las tertulias. La intelectualidad de nuevo se dio cita allí y en ese ambiente artístico y cultural se continuó perfilando el carácter de Dulce María. En 1906 se suicida el padre, en San Diego de los Baños, al parecer muy afectado por la muerte de algunos de sus familiares, entre ellos su esposa y la hija, Juana. 

Inicia su trayectoria literaria con el premio que obtuvo en los juegos florales del Ateneo de la Habana, en 1908. En 1912 publicó el que fuera su único poemario Horas de mi vida, que fue editado en Berlín. Este texto le valió el primer premio y la medalla de oro de la Academia Nacional de Artes y Letras, medalla de oro en el Concurso del Comité Avellaneda (1914) y premio de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes (1919). 

Fotografía que aparece en el libro Horas de mi vida. Probablemente la hizo para esta ocasión tan especial. Foto tomada de Internet

Fue miembro de número de la Academia Nacional de Artes y Letras desde su fundación en 1910 y codirectora, con Miguel Ángel Carbonell, de sus Anales. Secretaria vitalicia de su Sección de Pintura y ofreció varias disertaciones organizadas por la Sección de Literatura. También se destacó como oradora y conferencista, estudió música y compuso algunas piezas. Se distinguió además como dibujante.

Dulce María Borrero desarrolló una labor muy destacada en la enseñanza y en la teoría pedagógica. Colaboró en varias publicaciones periódicas y llama la atención que ella fue la única mujer que integró la nómina de los redactores de la excelente revista Cuba Contemporánea (1913-1927), la cual se dedicaba a temas económicos, políticos, sociales, de derecho internacional, asuntos literarios, históricos e informaciones culturales y alcanzó prestigio nacional e internacional. Otras revistas que publicaron trabajos suyos fueron Revista Cubana, Revista Bimestre Cubana, El Fígaro, Cuba y América, Social, La mujer moderna, entre otras.

Pronunció conferencias sobre temas artísticos y literarios, así como sobre problemas educacionales y cívicos. Tuvo participación activa en pro de los derechos femeninos.   En los congresos femeninos celebrados en las décadas del 20 y del 30 del pasado siglo, se hizo notar como educadora y feminista.

Primer Congreso Nacional de Mujeres, celebrado en La Habana en 1923. Foto tomada de Internet

 Dulce María se opuso a la tiranía de Gerardo Machado (1925-1933). En 1930, en medio de aquel enfrentamiento, criticó duramente un feminismo snob cuya consigna consistía (y consiste aún) en pedir derechos mediante la capacidad de la mujer para obtenerlos (en aquellos momentos era fundamentalmente el derecho al voto), pero entendió que en el contexto de una dictadura sangrienta la gran masa de mujeres tenía que volcarse a la solución de los problemas nacionales.

Ocupó la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación en 1935, uno de los departamentos de la Secretaría de Instrucción Pública, y desde ese puesto se convirtió en una gran promotora cultural. En mayo de 1935 Dulce María fue elegida Presidenta de Honor de la Primera Fiesta Intelectual de la Mujer, celebración donde además de recitar un poema en una de las sesiones del evento, junto a Josefina de Cepeda, pronunció el discurso de clausura. A raíz de este evento escribiría: La fiesta intelectual de la mujer: su actual significado; su misión ulterior, y posteriormente La mujer como factor de paz (1938) en los que enfatiza la incorporación de la mujer cubana al ámbito de la educación y la cultura.

Dulce María integró la junta directiva de la Asociación Protectora del Preso, entidad fundada legalmente en La Habana en julio de 1936. Junto con otros conocidos intelectuales fue fundadora de la Asociación Bibliográfica de Cuba en 1937 y organizó ciclos de conferencias mensuales con el objetivo de difundir importantes obras de la literatura universal. A través de esta organización se crearon buzones benéfico-culturales para recoger libros, folletos y revistas y enviarlos a las cárceles, los hospitales y los reformatorios de menores.

Entre sus iniciativas estuvo además la propuesta de celebrar el Día de los Padres. Celebrándose por primera vez en nuestro país el 9 de junio de 1938, que desde entonces tiene lugar el tercer domingo de junio de cada año. Lo que sitúa a Dulce María como una figura precursora de las nuevas masculinidades, de resignificar el papel del hombre en la educación y formación de los hijos.

También la Borrero formó parte de la Asociación Nacional Femenina de Prensa, institución que tenía como objetivo eliminar las desigualdades entre los periodistas por razones de sexo y que la eligió Presidenta de Honor.

Falleció en La Habana el 15 de enero de 1945.

Estilo 

En el único libro que dio a luz, Horas de mi vida (1912), recoge su obra poética, de delicada tonalidad lírica y de honda desesperanza. 

El poemario consta de ocho secciones, con los subtítulos de: Gotas de llanto, Reminiscencias, Lauros sangrientos, Flores de amor y de melancolía, Albas lejanas, La siembra de la muerte, Amor y Horas crepusculares, estos permiten colegir que se trata de una obra heredera de la impronta romántica del siglo XIX; aunque a veces la autora se refugia en un distanciamiento expresivo no del todo afín a esta corriente.

El tópico fundamental es el amor, desde la óptica de la separación, no solo el abandono sino también la muerte; en este sentido su tratamiento de este tópico recuerda un tanto a Julián del Casal y se concatena con la ilación del modernismo hacia el siglo XX, sin participar de la concepción renovadora de Boti o Poveda, más bien porque no se dedicó sistemáticamente a la creación literaria.

Una fina sensibilidad y en ocasiones erotismo que escapa de las concepciones sociales y dogmas religiosos fuertemente arraigados transpira en sus versos, de un lirismo quizás manido pero al que salva su autenticidad.

La emocionalidad y la percepción femenina de la realidad se aprecian en casi todos sus versos, en que a través del ahondamiento en su propia personalidad, en un sentido quizás autobiográfico con respecto al amor, logra plasmar sus esencias y comunicarse a un alto nivel con los lectores, produciendo una especia de empatía que sobrevive al texto. 

Su particular sensibilidad se manifiesta también en la relación con la patria, despojada de sentido político y vuelta quizás al sentido primario de terruño, el telurismo de pertenecer a la Isla y la relación con los seres que de algún modo la gestaron. En este sentido le dedica un poema, con el título de “Sin nombre”, a José Martí.

Dulce María Borrero estuvo preparando un tomo que no llegó a ver la luz editorial, con el título de Acuarelas, del cual se han perdido los textos y las referencias, excepto que uno de los poemas se titulaba La piedad de la duquesa, junto a un fragmento introductorio. Publicó después algunos versos en revistas de la época.

El gran mérito de Dulce María fue el de poseer un agudo y crítico sentido de la observación y el análisis, no solo con respecto al arte y las letras, sino a la manera en que lo hubiera hecho una socióloga o una verdadera politóloga. Hizo mucho por la incorporación de las cubanas a la educación y la cultura. Y esa labor merece reconocimiento.

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comment 1 comment
  • Ramón

    La foto que encabeza el trabajo no es de Dulce María Borrero, sino de la norteamericana que promovió la celebración del Día de los Padres.

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