Grandes museos del mundo. Foto tomada de Internet

Breve historia de los museos

En líneas generales, la historia de los museos ha sido la historia de las colecciones públicas y privadas. Los tesoros artísticos o históricos han sido acumulados desde sus inicios con afán de prestigio social (unido en ocasiones al mecenazgo artístico), propaganda política, o como ejemplo de predominio de una cultura sobre otra.

Los impulsores de la creación de museos configuraron desde la Antigüedad una élite que detentaba el saber y, como consecuencia, el poder (la realeza, la aristocracia, la iglesia, la burguesía). Varios hechos marcaron la evolución del museo a lo largo de los tiempos.

Antecedentes históricos

La palabra museo procede del latín museum y esta, a su vez, del griego museion, que era el nombre de un templo de Atenas dedicado a las Musas. En el siglo III  a. C., la misma palabra se utilizó para designar un conjunto de edificios construidos por Ptolomeo Filadelfo junto a la Biblioteca de Alejandría. Posteriormente, el primer emperador de Roma, Octavio Augusto dictó una serie de leyes para proteger las creaciones pictóricas y normar su exhibición.

Sin embargo, con el advenimiento de la Edad Media y el auge del cristianismo se produce un cambio importante: tanto la iglesia, como la monarquía y la nobleza, asumen el mecenazgo de los pintores y empiezan a crear sus propias colecciones que guardan celosamente en los monasterios y palacios.

A partir del Renacimiento, siglos XV-XVI, comienza a aparecer la palabra museo con un sentido más moderno o con fines de estudio. A finales del XVI, las llamadas cámaras de las maravillas o gabinetes de curiosidades pertenecientes a personajes ilustres, incluían no solo piezas de arte, sino objetos o especímenes naturales dignos de admiración o análisis. 

Museo de Historia Natural de Ferrante Imperato, 1599. Foto tomada de Internet
El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas en Bruselas (1650-1652), David Teniers. Foto tomada de Internet

El siglo de las luces (XVIII), dota a los museos de su carácter ilustrativo, tanto en arte como en otras colecciones. Comienzan a ser visitados por el pueblo.

Se consolidan tres tipologías museísticas: El museo de arte, el museo de ciencias naturales y el museo arqueológico. Las colecciones se reordenan conceptualmente y se construyen nuevas edificaciones con fines exclusivamente museísticos, orientadas al disfrute público. Fruto de estas circunstancias se produce la apertura de los museos, Británico (Londres, 1759), que será el primer museo público, el Hermitage (San Petersburgo, 1764) y Vaticano (Roma, 1782). 

Las colecciones de los reyes de Francia fueron nacionalizadas en 1793 por un decreto del gobierno revolucionario. Instaladas en el palacio del Louvre, fueron abiertas al público bajo el nombre Museo de la República. Estas series se enriquecieron rápidamente gracias a la política de Napoleón que, en sus tratados de paz obligaba a los vencidos a entregar grandes cantidades de obras de arte.

Ya en el siglo XIX se sistematizan y organizan los museos como instituciones y comienzan a adquirir el aspecto y las funciones actuales. Se extiende la denominación de museo nacional, idea que busca recuperar el pasado histórico de un país y consolidar su identidad cultural, como consecuencia del avance del sentimiento nacionalista y del espíritu romántico. De la misma forma surge el museo de etnología, para recuperar, estudiar, mostrar y dignificar la cultura autóctona.

Durante el siglo XIX, Alemania fue uno de los principales países en hacer avanzar las técnicas museográficas, lo cual está relacionado con la masiva creación de museos en toda Europa. Todo ello propició una mayor teorización sobre los museos, tanto por parte de los profesionales que trabajaban en los mismos, como por todo tipo de personalidades del ámbito de la cultura. Un ejemplo de ello lo tenemos en la figura del escritor Johann Wolfgang von Goethe, quien veía el museo como un templo donde rendir culto a la religión del arte, un lugar donde uno pudiera sentir una convulsión interior que le permitiera trascender ante los objetos artísticos y su puesta en escena a través de su organización, disposición y representación espacial. Sin embargo, no será hasta el siglo XX con su dos grandes Guerras Mundiales, cuando la museología brillará con luz propia, estableciendo un compromiso con el arte mundial sin precedentes.

Se reconoce la arquitectura museística como una especialidad; destacándose los arquitectos, Leo Van Klenz (Gliptoteca y Pinacoteca de Múnich, Museo Nacional de Atenas) y Karl Friedrich Schinkel (Altes Museum de Berlín), etc.

En Estado Unidos, surgen museos privados vinculados a universidades (gabinete de curiosidades de Harvard, (1750) como centros vivos y presididos por un afán pedagógico característico. Los estadounidenses, preocupados en proporcionar a su país un patrimonio del que carece, se suman al interés por adquirir colecciones.

En 1870 se funda el Museo Metropolitano de Nueva York, modelo de eclecticismo en la variedad y procedencia de sus colecciones. Metodológicamente, los museos estadounidenses siguen el modelo europeo. Coleccionistas, mecenas y filántropos crean sus propios museos, amparándose en las importantes desgravaciones fiscales existentes: J.M. Smithson y Solomon Guggenheim (Washington), Paul Gethy (Los Ángeles, California), etc.

Si bien el siglo XIX había dado el primer paso a la hora de considerar el arte como un patrimonio del pueblo, el siglo XX reflexionará precisamente sobre el significado de este patrimonio y su vinculación con la humanidad, más allá de toda frontera. De este modo, el museo se convierte en un lugar de todos y para todos, cuyo fin por un lado está relacionado con la interiorización (estudio y educación) y por otro con la exteriorización (el entretenimiento o recreo).

En 1926 se funda la Oficina Internacional de Museos. Este organismo internacional surgió tras la I Guerra Mundial, para establecer reglas y acuerdos que permitieran la paz y la convivencia entre los países, pero también para respetar y salvaguardar los objetos y edificios de carácter artístico y cultural, dado que muchos de ellos habían desaparecido por culpa de los estragos de la guerra. Todo ello permitió que se fuera asentando una consciencia sobre la importancia del arte y los motivos para hacer perdurar el patrimonio cultural, quedando estas ideas plasmadas en la primera Conferencia de Expertos para la Protección y Conservación de Monumentos (Atenas, 1931), la cual dio lugar a la denominada Carta de Atenas, primer documento de carácter internacional en el que se abordaba la importancia de conservar el patrimonio artístico y arqueológico de la humanidad.

Tras la Segunda Guerra Mundial, surge el Consejo Internacional de Museos (ICOM), que puede considerarse como una organización no gubernamental, formada por una red profesional de museos que operan en ciento treinta y seis países, actuando en una amplia variedad de disciplinas relacionadas con el patrimonio y los museos. Tiene un estatus de órgano consultivo dentro del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ONU, 1945), manteniendo relaciones formales con diferentes socios como la UNESCO, la Organización Mundial de Aduanas (OMA) o la INTERPOL, entre otros.

Una de las salas del Hermitage durante la II Guerra Mundial. Foto tomada de Internet
Sala de carruajes antiguos, Museo de Hermitage durante la Segunda Guerra Mundial. Foto tomada de Internet

De esta manera quedó especificado la definición de museo que en la actualidad se aplica; la de una institución permanente sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierto al público, que se ocupa de las investigaciones concernientes a los testimonios materiales del hombre y su entorno, los adquiere, los conserva, y los exhibe con fines de estudio, educación y deleite. 

Mucho más recientemente, con el desarrollo de la tecnología, se produce un nuevo salto, convirtiéndose los museos en lugares más interactivos y creándose nuevos tipos de museo.

Los museos en la actualidad. Foto tomada de Internet
Los niños son los principales beneficiarios. Foto tomada de Internet

Los museos son esenciales para preservar el conocimiento del ser humano a todos los niveles. Sin ellos sería imposible entender cómo hemos llegado al nivel tecnológico, artístico y cultural actual, así como el desarrollo del ser humano desde el punto de vista físico. Cuando un país se ocupa y preocupa de tener y mantener esos espacios, hablamos de una nación a la que le importa el conocimiento, a la que le importa la cultura de sus habitantes y, sobre todo, le interesa conocer su pasado, su presente y como todo este bagaje cultural influye en el futuro.

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