Biblioteca Nacional Rusa, fundada en 1862. Foto tomada de Internet

Bibliotecas y bibliotecarios en la Edad Moderna (siglo XIX)

Al alba del siglo XIX el mundo cambiaría definitivamente, haciendo de las bibliotecas un espacio privilegiado con el cual se sustenta el orden occidental.

La concentración de la población en las ciudades y el aumento de los centros de enseñanza favoreció la producción de libros y el aumento de la investigación científica. Por otra parte, el triunfo de la cultura secular y el triunfo de los libros en lenguas nacionales, favoreció el interés popular hacia el libro por ser muchas ya las personas que sabían leer pero que ignoraban el latín y más aún el griego. Los gobiernos crean Bibliotecas Nacionales, poniendo al servicio de los ciudadanos las Bibliotecas Reales. 

Biblioteca Nacional de España, exterior. Foto tomada de Internet
Biblioteca Nacional de España, Salón General de Lectura. Foto tomada de Internet

Estas Bibliotecas Nacionales clásicas, se crearon a partir de fondos de procedencia real o privada y contienen grandes colecciones de literatura nacional, mediante el privilegio del Depósito Legal. Tienen desde el punto de vista catalográfico, una función rectora. Son las encargadas de llevar a cabo las bibliografías nacionales de cada país y el catálogo colectivo. Actúan como importantes centros de investigación: dan cauce a las normas nacionales de catalogación. 

Biblioteca Nacional de Brasil, fundada en 1810 en Río de Janeiro. Foto tomada de Internet
La impresionante Sala de depósito de la Biblioteca Nacional de Brasil. Foto tomada de Internet

Por otra parte, es hacía finales del siglo XIX, cuando el valor de la biblioteca evoluciona hacía el concepto de “enclave” para las verdaderas funciones educativas. A partir de este momento, se desarrollan las bibliotecas universitarias y los centros educativos y de investigación. 

Posteriormente surgen los conceptos modernos acerca de la biblioteca actual, con su carácter de servicio al público, de uso comunitario, de uso individual y gratuito de libros.

La concepción de la biblioteca como servicio público, llamado a desarrollar una función activa para difundir la cultura, comenzó a gestarse en algunas mentes progresistas del área anglosajona a mediados del siglo XIX y es el espíritu que informa la institución bibliotecaria desde hace muchos años. Con ellas, se pretende llevar el libro para recreo a todas las clases sociales. Por otra parte, organizaciones religiosas realizan ingentes esfuerzos para mejorar la formación espiritual y moral de los lectores proporcionando libros a sus simpatizantes. Esta es la base de la creación de las bibliotecas anglosajonas: la formación moral y profesional. 

Los bibliotecarios

En el siglo XIX la profesión de bibliotecario avanza a pasos agigantados; la multiplicidad de la publicación de libros atrae la necesidad de catalogarlos, y ya no impera la búsqueda de libros, sino el fomento de la lectura, multiplicándose también las bibliotecas y con ellas los bibliotecarios. Sin embargo sigue siendo una profesión no oficial hasta 1850, fecha en que pasa a formar parte de la burocracia del estado.

La institucionalización del cargo de bibliotecario se debió a una necesidad colectiva.  Había llegado un momento de la historia, en el proceso de la vida humana europea a la fase en que el libro se había una necesidad imprescindible. Sin ciencias, sin técnicas no podían materialmente existir estas sociedades tan densas de población y con tan alto nivel de vida. Mucho menos podían vivir moralmente sin un gran repertorio de ideas. La única vaga posibilidad de que la democracia llegase a ser efectiva consistía en que las masas dejasen de serlo a fuerza de enormes dosis de cultura.

En este momento es reconocida la responsabilidad del bibliotecario como agente activo en la diseminación de la información más que en la organización de libros y revistas, y las necesidades de la investigación académica generaron la idea de arreglar y catalogar los registros de manera que se facilitara su uso.  En el último cuarto del siglo, los bibliotecarios se preocuparon por asistir a los adultos en la localización y selección de los libros, estableciéndose los antecedentes de los servicios de referencia y de la educación de usuarios. 

Antonio Panizzi (1797-1879) escritor de origen italiano, emigra a Londres y llega a ser bibliotecario jefe el Museo Británico. La carrera de Panizzi en la biblioteca empezó en 1831 y llegó a ser bibliotecario jefe de la misma desde 1856 hasta 1866. Enfocó la programación de actividades de aquel centro con una orientación moderna y no en el sentido, tradicional hasta entonces, de limitarse a coleccionar libros como si se trataran de objetos de museo. Tenía en mente adquirir no solamente los monumentos impresos de la cultura mundial sino también las aportaciones más importantes de la investigación contemporánea en lenguas extranjeras.

Antonio Panizzi. Foto tomada de Internet

En 1841, publica el primero de los códigos modernos de gran influencia en el mundo catalográfico de entonces y posterior: Las 91 Reglas de Catalogación (Ninety-one Rules of Cataloging). La importancia de las reglas de Panizzi, no sólo residen en el hecho de que fueron gestadas para aplicarse a una gran biblioteca nacional, sino en ser el primer código sistemático. Estas Reglas, están, más orientadas a la creación del catálogo, que a lo que hoy se entiende por descripción del documento. 

Las reglas  de  Panizzi  tuvieron  una  gran  influencia  en  las  normas posteriores redactadas en Europa y América. Panizzi, es considerado el padre del catálogo moderno. Antonio Panizzi sintetizó así su ambición como bibliotecario: “Quiero que el estudiante pobre tenga los mismos medios para satisfacer su curiosidad intelectual, para perseguir sus propósitos racionales, para consultar las mismas autoridades, para llevar adelante la más intrincada investigación, que el hombre más rico del reino”. Es considerado el primer bibliotecario entre bibliotecarios. 

El bibliotecario estadounidense Charles Coffin Jewett (1816-1868), es considerado como uno de los fundadores de la Biblioteconomía en el país. Aunque falleció, en 1868, años antes de que se fundara la Asociación Americana de Bibliotecas, su apoyo incondicional, llevado a cabo en la Conferencia de Bibliotecarios Americanos celebrada en 1853, fue el denotante para que se creara posteriormente. 

Charles Coffin Jewett. Foto tomada de Internet

Su obra más famosa Sobre elaboración de catálogos (On the construction of catalogs); primeras reglas americanas para asiento de autor, que incluyen lista complementaria de materias, se publicaron en 1852. En ésta obra, se recomienda ya la catalogación cooperativa centralizada. El empeño de Jewett, a través de esta obra, era la creación de un catálogo universal formado por la suma de todos los catálogos nacionales.

Otro de los innovadores de la Biblioteconomía anglosajona fue Charles Ammi Cutter (1837-1903). Su influencia en el mundo profesional y en los códigos de catalogación posteriores, fue grande. Estudió literatura francesa, filosofía y matemáticas (destacando especialmente en esto último), en la Universidad de Harvard. Su ideal, basado en su formación científica y filosófica, era que todos los procesos de acceso y recuperación de la información que se realizan en una biblioteca, formaran un conjunto armónico e integrado, llevados a cabo a un costo económico razonable. 

Charles Ammi Cutter. Foto tomada de Internet

Su obra más reconocida es Reglas para un catálogo diccionario (Rules for a dictionary catalog). La influencia de estas Reglas, sobre todo en el mundo bibliotecario anglosajón, es enorme. Son la base de la catalogación americana. Incluyen reglas para encabezamientos de autor y materia. Cutter proponía, tres formas de catalogar diferentes: una catalogación detallada, otra inmediata y otra extensa. 

Señaló como objetivo primordial de todo catálogo: permitir la localización de un libro del que se conoce su autor, título o materia. Trabajó estrechamente con Melvil Dewey y fundó con éste y tres socios más la Asociación Bibliotecaria Americana (ALA). 

Melville Louis Kossuth Dewey (1851-1931), bibliotecario, ensayista y profesor universitario estadounidense. Creador de uno de los principales sistemas de catalogación de bibliotecas. Desde su puesto docente en la prestigiosa Universidad de Columbia, fue además uno de los pioneros de la Biblioteconomía como disciplina universitaria.

Melvill Dewey. Foto tomada de Internet

En 1876 creó un sistema de clasificación que respondiera a las necesidades de la biblioteca del colegio. La idea nueva de Dewey fue que el número asignado no indicaba el emplazamiento de los libros en los estantes, sino que respondía a la relación de las materias entre sí. La otra idea genial de Dewey es hacer que los números asignados a una disciplina sean decimales, por lo que cada nueva cifra que se añade es una subdivisión de la anterior. Ello permite en principio un sinfín de subdivisiones, si es necesario, sin alterar el orden previamente establecido.

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