del Libro Cubano. Foto tomada de Internet

Día del Libro Cubano

El 31 de marzo de 1959, el joven gobierno revolucionario mediante la Ley 187, fundaba la Imprenta Nacional de Cuba. El primer libro impreso fue una de las obras cumbres de la literatura hispana: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y Saavedra, dividido en cuatro tomos y con ilustraciones de los artistas plásticos Gustave Doré y Pablo Picasso.

Primer libro impreso por la Imprenta Nacional. Foto tomada de Internet

Con la publicación de esta obra, se inauguraba la colección Biblioteca del Pueblo, destinada a los clásicos de la literatura universal.  El prestigioso escritor Alejo Carpentier (1904-1980) estuvo al frente de la institución durante los primeros años e impulsó la publicación masiva de libros.

Se iniciaba así una revolución en el campo editorial. La labor de la Imprenta Nacional fue decisiva en la preparación y publicación de toda la base de estudio, como las cartillas y manuales utilizadas en el gran suceso educacional que fue la gran Campaña Nacional de Alfabetización en 1961, que abrió las puertas del saber a casi un millón de  cubanos que hasta entonces eran analfabetos. En 1962 la Imprenta Nacional de Cuba se convirtió en la Editora Nacional y Carpentier se mantuvo en la dirección de esta institución durante cuatro años.

El libro en Cuba dejaba de ser, para siempre, un artículo de lujo.

Cinco años después se creaba el Instituto Cubano del Libro y se conformaba un sistema de editoriales nacionales y provinciales para cubrir tanto las necesidades de los lectores como para dar cabida a los escritores de diferentes provincias y a los distintos géneros literarios. En total, cerca de 70 mil títulos de escritores cubanos y de otras nacionalidades han sido publicados en el país después del triunfo de la Revolución.

En 1981 fue declarado el 31 de marzo el Día el Libro Cubano como homenaje a la creación de la Imprenta Nacional de Cuba en 1959. Desde entonces son muchos los hombres y mujeres que publican en nuestro país y forman parte de nuestros autores.

Sección Infantil en la Feria Internacional del Libro de La Habana. Foto tomada de Internet

Fidel, principal impulsor del libro y la lectura

En una comparecencia televisiva del 9 de abril de 1961 que ponía fin al sexto ciclo de la Universidad Popular, Educación y Revolución, Fidel aseguraba: “Nosotros no le decimos al pueblo: cree. Le decimos: lee”. Ante la vasta audiencia que siguió la exposición de Fidel quedó grabado un mensaje que resumía en buena medida la médula de la política cultural y educacional de los nuevos tiempos: “La Revolución le dice al pueblo: aprende a leer y a escribir, estudia, infórmate, medita, observa, piensa. ¿Por qué? Porque ese es el camino de la verdad…”, expresó entonces el Comandante en Jefe.

Él mismo había encontrado verdades y cultivado el espíritu en los libros y la lectura; y  la lectura fue una de las grandes pasiones de Fidel. Sobre ese hábito adquirido desde la etapa escolar, dijo en una ocasión que se fascinó primero por los grandes héroes de la antigüedad, por los grandes mitos de la historia universal: Aníbal, Alejandro, César y Napoleón. Luego se deslumbró ante los héroes de la región como Simón Bolívar, José Artigas, San Martín, Sucre, Benito Juárez, y de ese sentimiento pasó a la admiración por los hombres de la historia patria, como Carlos Manuel Céspedes, Máximo Gómez, Antonio Maceo y José Martí.

Influyeron marcadamente en Fidel, los diarios de Máximo Gómez, el epistolario de Antonio Maceo, las crónicas de José Miró Argenter y toda la obra martiana. En el Presidio Modelo tuvo tiempo para leer obras como El anillo de amatista de Anatole France, Crimen y Castigo de Dostoievski, La Ilíada de Homero y El capital de Karl Marx, entre otras muchas joyas de la literatura universal.

Fidel Castro leyendo en la Sierra. Foto tomada de Internet

La importancia de que el pueblo se adueñara de los saberes producidos por la humanidad fue, pues, un objetivo que Fidel impulsó a lo largo de su labor dirigente. La fundación de la Imprenta Nacional de Cuba en 1959, de la Editorial Nacional en 1962 y del Instituto Cubano del Libro en 1967, fueron pasos muy importantes, junto a los planes educativos, para impulsar el aprendizaje y la lectura de manera masiva.

Alejo Carpentier y Fidel Castro. Foto tomada de Internet

En 1985 explicó al periodista brasileño Joelmir Beting: “Todos los días dedico una hora y media a la lectura de cables internacionales, de casi todas las agencias. Si leo que se ha descubierto en algún país un nuevo medicamento o equipo médico innovador y de gran utilidad, mando a buscar rápida información”.

Pero su horizonte de lecturas rebasó ampliamente las fronteras de la inmediatez y los requerimientos de orden práctico. Al introducir la primera edición de Un encuentro con Fidel, del comunicador italiano Gianni Miná, Gabriel García Márquez, entrañable amigo del líder, escribió:

Tal vez el aspecto de la personalidad de Fidel Castro que se ajusta menos a la imagen creada por sus adversarios es la de ser un lector voraz. Nadie se explica cómo le alcanza el  tiempo, ni de qué método se sirve para leer tanto y con tanta rapidez, aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial. En sus automóviles, ha habido siempre una luz para leer de noche. Muchas veces se ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana siguiente lo comenta“.

Esta imagen real la corroboró el propio Fidel en una confesión: “Sufro cuando reviso una lista de títulos de todas clases y lamento no tener toda mi vida para leer y estudiar“.

Otro de sus grandes amigos, el brasileño Frei Betto, contó que cuando viajaba a Cuba, solía regalarle libros de cosmología y astrofísica. Pero también leía literatura de ficción y hasta alguna vez recordó haberse zambullido en las páginas de María, la novela del colombiano Jorge Isaacs, y el Werther, del alemán Goethe.

La literatura y la palabra es una de las marcas que dejó el líder de la Revolución, un promotor de la lectura.  De ello da fe la Feria Internacional del Libro que tiene lugar cada año en Cuba. Su amor por las letras y su afinidad de defender a los pueblos latinoamericanos lo conllevaron a demostrar la importancia de preservar la cultura.
 
A la entrada del siglo XXI, la implementación del Sistema de Ediciones Territoriales, la creación del espacio televisivo Universidad para Todos y la universalización de la enseñanza universitaria, junto a la extensión de la Feria Internacional del Libro a todo el país, respondieron a la concepción de llegar a todos los sectores, en especial a los que se mantenían desfavorecidos dentro de la sociedad.

Fidel era un convencido de la importancia de que la riqueza cultural creada por el ser humano llegara a todos, la importancia del acceso universal a la cultura, porque esa es “la riqueza más valiosa del hombre”, ya que “es lo que el hombre ha creado con su inteligencia y con su esfuerzo”. Por tanto, no solo fue una convicción, sino una guía de acción. En una oportunidad al preguntársele acerca de qué estaba leyendo, respondió: “De todo he leído. Se me acaban los libros y entonces tengo que salir a buscar”.

En su formación perenne, Fidel destacó la importancia del conocimiento y su asociación con la Revolución Cubana cuando afirmó que “el conocimiento no solo es una necesidad del pensamiento y de la cultura, sino también es una necesidad revolucionaria de cualquier pueblo conocer su historia y conocer la historia del mundo. Nuestro pueblo tendrá conocimientos incomparablemente superiores, conocimientos de historia de su país y del mundo, y los tendrá sobre otras muchas materias”.

Leer como fuente de conocimiento y de placer intelectual. Así lo entendió Fidel y quiso que ese hábito fuera patrimonio activo de la vida espiritual de sus compatriotas. En una de sus frecuentes visitas a la Feria Internacional del Libro de La Habana, multitudinaria fiesta cultural alentada por él, alguien le preguntó si la letra impresa pasaría de moda: “No, creo que lo último que quedará será el libro. Fíjate si no muere que todavía se leen La Ilíada y la Odisea“.

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