Representación del árbol sagrado por excelencia. Foto tomada de Internet

Árboles sagrados: Majestuosos y divinos

Pequeños y gigantes, los árboles rodean nuestro entorno, acompañándonos todo el tiempo, aportan oxígeno y purifican el ambiente. Son proveedores de vida y esenciales para el funcionamiento de la tierra y pieza fundamental del equilibrio natural.

Los árboles representan una manifestación muy especial de las fuerzas del poder divino y el ciclo de la vida. Venerados en todas las culturas y en todos los tiempos, desde siempre estuvieron íntimamente relacionados con el destino de la humanidad.

De sustento a objeto de culto

En los primeros tiempos históricos, la vida del hombre estaba íntimamente ligada a los árboles y los bosques. El árbol alimentaba el fuego, y la madera y el carbón vegetal fueron durante mucho tiempo los únicos combustibles. Por ello se dice que los árboles proporcionaban luz al hombre, al igual que madera como materia prima, fácil de trabajar y útil para muchos fines. Las abejas que habitan en los árboles le permitían obtener miel y cera, además de la recolección de frutos e incluso hay algunos que se transformaban en harina y pan. El hombre aprendió pronto a resinar los árboles y a convertir la resina en brea, alquitrán, perfumes e incienso. Los antiguos vivieron mucho tiempo con el árbol en una simbiosis intensiva. Por ello agradecían su presencia y veían en él el origen del mundo.

Los elementos de la naturaleza fueron lo primero que los hombres consideraron sagrado, es decir, digno de veneración: el espíritu de los animales, las fuentes, los ríos, los árboles etc. Antes que a los dioses, dieron culto a sus muertos y a la tumba de sus antepasados. Próximo a la tumba habría un árbol, se creía que este debía de estar en contacto con el espíritu del difunto. Si el árbol era grande y longevo sería porque su espíritu era poderoso.

Creían, además, que un espíritu estaba incorporado al árbol: el árbol no era el cuerpo y nada más, sino la morada del espíritu arbóreo, que podía entrar y salir de él. Pensar de esta manera es avanzar en el “pensamiento religioso”, pasando del animismo a la tendencia del pensamiento primitivo a llevar a la forma humana las formas arbóreas de las deidades y los espíritus. Los espíritus arbóreos hacían prosperar las cosechas, multiplicar los rebaños y bendecían con hijos a las mujeres.

Los árboles centenarios fueron considerados en sí mismos una divinidad (robles, olivos, fresnos, etc) Más tarde los árboles fueron consagrados a un dios. Se les adornaba y se hacían ofrendas como si se tratara de la misma estatua de la divinidad. Las estatuas de los dioses se esculpieron en troncos de árboles sagrados antes de ser esculpidas en piedra. Un brote del árbol sagrado se transportaba al lugar donde se iba a fundar una colonia.

El templo más antiguo fue el bosque; el primer lugar destinado al culto de las divinidades. Cuando posteriormente se construyeron templos, alrededor se plantaban bosques, en los que se celebraban festividades y actos importantes. El carácter sagrado de los bosques permitía que los perseguidos por la justicia acudieran a refugiarse en ellos pidiendo asilo.

Cortar los árboles era considerado un sacrilegio, por ejemplo, en la antigua Grecia, cortar un ciprés implicaba una multa de mil dracmas. En pleno centro de Roma se rendía culto a la higuera sagrada de Rómulo hasta la época del imperio, y cuando el tronco se secó, la ciudad entera quedó consternada. En la colina palatina crecía un arbusto, el cornejo (familia de las cornus) que era considerado una de las cosas más sagradas de Roma; si alguien percibía que a algún cornejo le faltaba riego avisaba a los gritos a la gente, que acudía en cantidad con baldes de agua para regar el arbusto.

Entre las tribus del tronco fino-ugrio (Hungría, Estonia, Finlandia, etc), el culto a los árboles se celebraba en pequeños claros de bosques sagrados habitualmente protegidos por una valla. Entre las tribus del Volga, el objeto central de los bosques era el árbol sagrado; ante él se congregaban los adoradores y el sacerdote, se hacían sacrificios y no se podían cortar ramas ni madera. Mientras que los lituanos, impedían que talaran sus bosques sagrados aduciendo que si destruían los bosques destruirían la casa del dios que les proveía la lluvia y el buen tiempo.

Entre los antiguos germanos fueron muchos los árboles sagrados y aún hoy el culto al árbol no está extinguido. En las antiguas leyes germánicas existían severas penas para quien se atreviera a descortezar un árbol vivo: cortaban el ombligo del culpable y lo clavaban en la parte del árbol que había sido dañada, obligando luego al infractor a dar vueltas alrededor del tronco hasta que sus intestinos quedaran enrollados al mismo: vida por vida, la de un hombre por la de un árbol.

Templo druida en medio del bosque. Foto tomada de Internet

En el siglo III, el cristianismo se instauró como la religión oficial del Imperio Romano: proclamó la existencia de un dios único revelado por la Biblia y tachó de idolatría y paganismo la adoración de las múltiples divinidades de la naturaleza. Con ello empezó la persecución de todas las antiguas creencias y tradiciones, en esencia animistas, con la intención de ser erradicarlas. La destrucción y profanación de los lugares y bosques sagrados fueron procedimientos habituales para imponer la nueva religión.

En el Concilio de Toledo del año 661 se anuncia la persecución y castigo de “…los adoradores de los ídolos, los que veneran piedras, encienden antorchas y dan culto a árboles y fuentes”. El emperador Carlomagno (742-814) fundador del Imperio Franco sometió a los pueblos Sajones y mandó a talar su roble sagrado Irminsul. De otro modo el culto a los árboles fue asimilado a lo largo de los siglos XIII, XIV y XV, bajo curiosas leyendas relacionadas con apariciones de la Virgen María en bosques y árboles determinados.

No obstante, numerosos vestigios de esos cultos han perdurado en las raíces más profundas de nuestras costumbres, tradiciones y folclore. En la actualidad, en algunos países, se celebran fiestas populares relacionadas con los árboles y la regeneración de la vida vegetal ligada a los ciclos estacionales y la fertilidad, un ejemplo, lo constituyen las fiestas folclóricas del Árbol de Mayo o Palo de Mayo.

Danzas alrededor del Palo o Árbol de Mayo. Foto tomada de Internet

El mayo es un tronco o palo alto que se emplaza en un lugar público durante el mes de mayo y alrededor del cual se llevan a cabo festejos, danzas y ceremonias. El tronco era traído de un árbol cortado en el bosque y llevado al pueblo, y sus ramas se ataban a las casas del pueblo. La intención era atraer al pueblo y a las casas las bendiciones que el espíritu del árbol otorgaba a sus adoradores. En cada pequeña aldea los rituales se adaptaban a las formas locales, en las que los rituales alrededor del árbol de mayo derivaban en muchísimos otros (guirnaldas, uso de coronas de flores, rituales amorosos y de emparejamiento, quemas, disfraces, cultos a santos, representaciones de reyes y reinas cubiertos por hojas, etc.).

Otra tradición muy popular, la del Árbol de Navidad de origen nórdico, proviene de una práctica íntegramente pagana que fue evangelizada y cristianizada hacia el siglo VII.

El árbol desde tres perspectivas

Desde siempre la simbología de los árboles ha estado ligada a lo sagrado, de hecho, suelen aparecer tipificados desde tres puntos de vista, el cosmos, la vida y el conocimiento, que a veces se fusionan convirtiéndose en un sólo. Todas las culturas aluden de una forma u otra a estos tres árboles, entes mágicos nacidos de la Tierra que sirven para dar explicación a algunos de los grandes misterios de nuestro mundo.

Posiblemente, el árbol mítico más conocido es el Árbol Cósmico, que representa la creación y la ubicación de cada elemento en el mundo. Este árbol unifica los tres niveles del cosmos en un axis mundi (o eje del mundo), con el cielo (representación de lo divino, de los dioses) en el cual se encuentran los ricos frutos, fuente de semillas que dan nuevas vidas, después está la Tierra (donde viven los hombres), y por último el mundo subterráneo, que es a la vez el principio y el final del ciclo (mundo de los muertos).

El otro gran referente en la mitología de los árboles es el Árbol de la Vida, representado casi siempre por una planta conífera que simboliza el principio vital, las estaciones del año y la regeneración. Es por eso que, en muchas culturas, el Árbol de la Vida es también el de la inmortalidad, y por eso ha de estar siempre fuertemente protegido. Es el caso del Árbol de las Hespérides griego que estaba custodiado por un dragón fiero y monstruoso que impedían que los hombres cogieran sus frutos dorados portadores de la vida eterna. La simbología de este árbol es bastante clara, hay árboles que viven centenares e incluso miles de años, por lo cual a ojos de los hombres pueden parecer inmortales.

Finalmente, encontramos el Árbol del Conocimiento, muy ligado al Árbol de la Vida y que da constancia de la importancia de lo espiritual sobre lo material. Este árbol es uno de los mitos centrales de las religiones monoteístas, de raíz judaica y presente en el judaísmo, el islamismo y el cristianismo. No aparece descrito en ningún texto, pero si se dice que tenía un fruto muy apetitoso, por eso hay quienes que, por puro mimetismo metafórico, afirman que es el manzano. Como la historia de Adán y Eva que después de comer su fruto prohibido, los dos, hombre y mujer, son expulsados del Paraíso. Es entonces cuando conocen el bien y el mal y cuando toman conciencia de su desnudez. El simbolismo del árbol alude a las diferentes fases del conocimiento: un conocimiento general, otro moral y finalmente uno sexual, tres aspectos que, hay que recordar, sirven para separar al ser humano de los animales y equipararlo a los dioses.

En diferentes culturas

Los lazos entre los árboles y la personas se remontan a milenios atrás y que se han mantenido en muchas culturas bajo los ritos religiosos, las tradiciones folclóricas o la literatura.

Desde los tiempos más antiguos, en Egipto los árboles eran objeto de veneración divina, tal vez también porque eran muy escasos. Al este del cielo se encontraba el alto sicomoro, un Árbol Cósmico sobre el cual los dioses están sentados. Al frente, al oeste, en la frontera del desierto, vivía la “Señora del Sicomoro”, la diosa vaca Hathor, la que ha creado el mundo y todo lo que allí hay. Lleno de compasión, el sicomoro hace descender su follaje, saluda a los recién fallecidos y les da la bienvenida con agua y pan. Con ello les alcanza el alimento y la bebida, con lo que les asegura la vida después de la muerte. Sobre las ramas del sicomoro se sientan las almas de los muertos en forma de pájaro. Gracias a la ayuda de este árbol sagrado las almas regresaban al seno del mundo divino, de los seres eternos, que simplemente habían abandonado por la duración de la vida humana.

Pintura mural egipcia donde aparece la diosa Nut y un sicomoro. Foto tomada de Internet.

En las representaciones egipcias se encuentra frecuentemente el motivo del Árbol de la Vida, del cual nacen brazos divinos que están llenos de regalos y que riegan el Agua de la Vida de un recipiente.

Para los chinos el centro del universo o el lugar en donde debía ubicarse la capital perfecta fue representado a través de Kien-mou (o madera vertical). La madera era en China el 5.º elemento y tenía la misma importancia que la tierra, el agua, el aire y el fuego.

Kien-mou es el árbol de la renovación, así como del inicio absoluto, el inicio del mundo. Reúne las “Fuentes Novenas” (el reino de los muertos) con los “Cielos Novenos”, y los subsuelos del mundo con sus niveles más altos. En su tronco hueco ascienden y descienden los soberanos, que son los soles de los hombres, los intermediarios entre el cielo y la tierra. A ambos lados del Kien-mou se levanta, al este, el árbol P’an mou; es un melocotonero cuyos frutos otorgan la inmortalidad. El zumo de estos melocotones es elaborado por la Reina Madre Wang. Sobre el árbol, en el oeste, reposan los diez mil soles en la tarde.

En otras imágenes del mundo, el K’ong-sang, una morera hueca, recibe el papel principal. Esta morera es hermafrodita y probablemente es más antigua que la separación del yang y el yin, la dualidad. Por ello simboliza el Tao mismo, el orden cósmico, el principio universal.

En la India donde la tradición de los árboles está ligada a Buda. Según la tradición, los árboles juegan un papel muy importante en la vida del personaje, puesto que bajo ellos tienen lugar sus acontecimientos vitales más importantes. Por ejemplo, su propio nacimiento ocurrió bajo el Ashoka, el Árbol del Conocimiento del budismo, y pasó su infancia a la sombra de un manzano donde también recibiría la iluminación definitiva. Su muerte también ocurrió bajo un árbol, cuando sintió que las fuerzas le fallaban se dirigió al bosque sagrado de árboles de Sala donde abandonó su cuerpo y alcanzó el Nirvana y, como prueba de esto, los árboles empezaron a florecer.

Las culturas clásicas también tenían árboles sagrados. Uno de ellos era el roble, se suponía que el primer oráculo griego acogía el roble sagrado de Dodona y que bajo sus ramas se predijeron algunas de las hazañas más importantes de la antigüedad, entre ellas la comunicación a Heracles del final de sus Doce Trabajos. Algo similar ocurrió en Roma, pues el fuego sagrado mantenido por las vestales únicamente podía ser alimentado con madera de roble. Una corona de hojas de roble se utilizaba como signo de victoria, y esta costumbre se ha mantenido hasta hoy en día en las asociaciones deportivas tradicionales en muchos países. 

Roble consagrado a Zeus en Dodona, ciudad santuario de la Antigua Grecia célebre por contar con el más antiguo oráculo griego. Foto tomada de Internet

Tanto en la mitología griega como la romana también se atribuía a cada dios un árbol en función de su personalidad o sus atributos. Así, por ejemplo, el árbol de Zeus era el roble, el de Poseidón el fresno, el de Hera la manzana, el de Atenea el olivo, el de Apolo el laurel, el de Perséfone el sauce y el de Dionisos la viña. Pero también en Roma, los árboles tuvieron un papel muy importante en las metamorfosis de las ninfas. Hijas de un dios y una mortal, las ninfas podían transformarse en cualquier tipo de árbol si así lo pedían a su padre. El caso más conocido es el mito de Dafne, quién perseguida por Apolo fue convertida en un árbol de laurel.

Apolo y Dafne, escultura en mármol del artista italiano Gian Lorenzo Bernini (1598 – 1680), realizada entre los años 1622 y 1625. Foto tomada de Internet

Sin embargo, el árbol sagrado por excelencia en las culturas clásicas era el olivo, para ellos no había fruto más utilizado que la aceituna pues de ella se extraía el aceite utilizado en la cocina, para el alumbrado o simplemente para la cura del cuerpo. Según cuenta la leyenda, fue Atenea quién hizo crecer el primer olivo en la Acrópolis después de la disputa con Poseidón por el Ática.

También para las culturas del medio oriente el olivo era un árbol sagrado. Los hebreos le consideraban como el regalo más valioso de Yahvé. De ellos se transmitió la veneración del olivo a los árabes, y en el islam el olivo es el Árbol del Mundo por excelencia, su centro y pilar de apoyo. 

Uno de los pueblos que ha manifestado una mayor veneración a los árboles y a la naturaleza son los celtas. Para ellos toda la naturaleza estaba animada y penetrada de fuerzas y energías. A través de esa conciencia profundizaban en la magia de las plantas y lograban conocimientos muy extendidos.

Los rituales mágicos de los druidas siempre se situaban en frondosos bosques donde los árboles siempre jugaban un papel muy importante. Los árboles del culto de los druidas eran el tejo, el avellano, el serbal y el roble; siendo este último considerado como el máximo símbolo de poder y conocimiento.

Cuando en él crecía un muérdago, significaba que el dios estaba presente en ese árbol. El muérdago se consideraba símbolo de la fuerza siempre fresca de la vida, pues mientras que en el invierno todas las otras plantas se encuentran en un estado recogido, casi sin vida (la savia no circula por el tronco ni por las ramas, sino que se encuentra concentrada debajo de la tierra en una parte de la raíz), el muérdago porta en sus ramas frutos blancos, encarnando así la fuerza juvenil de la vida eterna y representando la inmortalidad.

Druida recolectando muérdago. Foto tomada de Internet.

La poda de los muérdagos se realizaba en el sexto día del ciclo lunar. El druida, el sacerdote de los celtas, cortaba las ramas personalmente con una hoz de oro. La hoz de oro contenía símbolos lunares y solares, el oro como símbolo del sol y la hoz como símbolo de la luna. Las ramas se juntaban en una tela blanca, y los druidas tenían que portar también una vestidura de color blanco.

También el manzano jugaba un papel muy importante.  La mítica isla de Ávalon estaba llena de ejemplares cargados de frutos que daban al hombre inmortalidad, conocimiento y sabiduría.

Los árboles son parte importante de las creencias prehispánicas. Sus representaciones e historias son producto y muestra de las diferentes regiones y culturas de Mesoamérica. En el México Antiguo, el árbol era una pieza clave en la armonía de la naturaleza con abundancia en sus dones, pero también formaba parte importante en el desarrollo de las culturas. Ambos elementos, natural y cultural, interactuaban y se complementaban.

Para los Mayas, los árboles simbolizaban el espacio donde ocurre el momento del nacimiento, seres de vida, grandeza, bondad, perpetuidad, belleza, fuerza y unión. Tenían también significados en el marco religioso y cosmológico, el árbol era la comunicación entre los tres niveles del cosmos: el subterráneo por sus raíces, la superficie de la tierra por tu tronco y las alturas o el cielo por su follaje.

La gran ceiba cósmica, un símbolo maya del centro del mundo, y a sus lados está representada la gran pareja divina, Códice prehispánico. Foto tomada de Internet

Algunos árboles considerados sagrados

Los árboles han estado ligados a innumerables símbolos y leyendas desde las primeras civilizaciones de la antigüedad hasta nuestros días y a lo largo de la historia se les han atribuido innumerables poderes mágicos y sobrenaturales, llegando algunos árboles a considerarse sagrados en ciertas civilizaciones o culturas.

A continuación algunos ejemplos:

Abeto

El abeto es el nombre común que reciben las plantas del género Abies. Son originarios del hemisferio norte, donde viven principalmente en los bosques de coníferas que se encuentran a altas altitudes. Árbol de tronco recto que alcanza una altura entre los 10 y los 80 metros, necesitando entre 100 y 200 años para alcanzar su máximo desarrollo según especies; y es relativamente fácil identificarlos pues tienen porte de pirámide.

Abeto. Foto tomada de Internet

Su altura y sus agujas siempre verdes convierten al abeto en el símbolo de la vida eterna, de la espiritualidad y la elevación.

En la Antigua Grecia el abeto estaba consagrado a la diosa Artemisa, la diosa de la luna, por ello el Caballo de Troya, también consagrado a la luna, fue construido con madera de abeto. Además, Eurípides en su obra Las Bacantes cuenta que tras las orgías las Furias del bosque descansaban y se apaciguaban sobre ramas de abeto.

Para la cultura celta el abeto simboliza la vida eterna y la inmortalidad. Además, el abeto plateado simbolizaba el árbol del nacimiento y quemaban sus agujas para bendecir a madre y niño tras el parto.

Pero el símbolo más popular y extendido es el del árbol de Navidad. Existen muchas leyendas sobre el origen del uso del abeto como árbol de Navidad, pero no se tiene claro el origen verdadero de esta tradición. Según la tradición cristiana, San Bonifacio derribó un fresno gigante, Yggdrasil, que sostenía todos los niveles del mundo desde el cielo hasta los infiernos. En su lugar plantó un abeto o pino como símbolo del amor eterno de Dios y los llenó de velas simbolizando la purificación y la luz de Cristo. Otra leyenda cuenta que San Bonifacio lo que derribó fue un enorme roble que se llevó consigo a todos los árboles que le rodeaban excepto un pequeño abeto al que llamó “árbol del Niño Dios”, simbolizando su forma triangular la Santísima Trinidad.

Abeto adornado con motivos navideños. Foto tomada de Internet

Baobab

Los árboles conocidos como baobabs pueden vivir más de 1500 años, por lo que son considerados entre los más antiguos y singulares especímenes del reino vegetal. Aunque existen variedades de baobabs en Australia y otros países de África, en Madagascar se encuentran seis de las nueve especies de su tipo.

Estos gigantes de la naturaleza adquieren su madurez a los 200 años, aproximadamente, y es entonces que adquieren su forma singular. Crecen entre cinco y hasta 60 metros de altura; sus ramas tienen forma de raíces y se extienden al menos, a 11 m a la redonda. Su tronco llega a medir hasta 50 m de circunferencia.

Baobabs. Foto tomada de Internet

Cada una de sus partes es aprovechada con múltiples beneficios nutricionales y cosméticos; en épocas de lluvia su tronco llega a contener miles de litros de agua.

Su simbolismo es tan grande como su envergadura. Se cree que es un mediador espiritual con capacidad de conectar con los ancestros. Es reverenciado y se le atribuyen poderes mágicos. Algunas comunidades lo eligen como un lugar idóneo para establecer alianzas o compromisos, ya que nadie osaría transgredir un deber adquirido bajo sus ramas: es adorado, pero también temido.

Bodhi

Este árbol es una especie de ficus religiosa, se trata de un árbol caducifolio; pierde sus hojas cuando el tiempo es seco en un clima tropical, o templado en invierno. Esta clase de árbol se caracteriza por superar los 30 metros de altura y cuenta con un tronco de un diámetro de más de 3 metros.

Bodhi. Foto tomada de Internet

También se conoce como árbol baniano o bien como la Higuera de Bengala o de la India. Este árbol da higos que al madurar presentan un color púrpura y tienen un diámetro entre 1 y 1,5 cm.

La importancia del árbol de Bodhi se encuentra ligada al origen del budismo. Ya que fue bajo este árbol que Siddharta Gautama se sentó bajo este árbol y juró que no se movería hasta alcanzar la iluminación:

Así pasó 49 días meditando y enfrentándose en varias batallas ilusorias con el demonio Mara. Hasta que venció a Mara y logró alcanzar la iluminación convirtiéndose en el Buda Iluminado hace 2500 años. El camino de Buda hacia la iluminación se convirtió en un peregrinaje conocido como el camino de joyas.”

Buda bajo el árbol de Bohdi. Foto tomada de Internet

Según los budistas, el árbol de Bodhi marca el centro del mundo y este se volvió un símbolo sagrado del budismo.

Cedro

Es un árbol de raíces fuertes que puede llegar a alcanzar los 20 o 40 metros de altura. Es un género de coníferas pináceas, con un tronco grueso en forma piramidal, de hoja perenne, cuya característica principal es un aroma agradable. Posee flores pequeñas dispuestas en panículas, el fruto es leñoso de entre 4 y 5 cm de largo, las semillas son aladas en tono marrón.

Cedro. Foto tomada de Internet

La madera del cedro tiene la particularidad de ahuyentar los gusanos e insectos. Este majestuoso árbol es una de las maravillas de la naturaleza, pues su belleza y solemnidad lo ha convertido hasta en emblema nacional de naciones como el Líbano.

Bandera del Líbano. Foto tomada de Internet

La palabra cedro proviene del árabe, concretamente de la palabra kedrom, que significa poder. La palabra inglesa cedar viene del hebreo qatar (קָטַר), que significa purgar, indicando que la madera de cedro se usaba para los rituales de purificación y limpieza. En los Himalayas, el cedro es llamado “deodar” de la palabra sánscrita “devdar”, que significa la madera de los dioses.

El cedro, desde tiempos inmemoriales, potencia la espiritualidad y refuerza el vínculo con lo divino. En el antiguo Egipto, el aceite  de cedro fue usado para embalsamar las momias. También se usó para cosméticos y perfumes por sus extraordinarias propiedades para conectar con la propia alma además de con los dioses que regían el destino.

Su madera se usaba para las puertas de los templos sagrados y se quemaba en ceremonias de limpieza para purificar. Se creía que el árbol albergaba dioses importantes y era un portal a dimensiones más elevadas.

Antiguamente solían erigirse cementerios cerca de grupos de cedros. Esto se debía a que este árbol era considerado un símbolo de longevidad. No sólo se plantaban en los cementerios, también tradicionalmente su madera fue utilizada para la creación de ataúdes.

Simboliza la inmortalidad y la incorruptibilidad.

Ceiba

Uno de los más grandes de la América tropical. Es un árbol de tamaño majestuoso, imponente, que logra alcanzar hasta 60 m de altura y una circunferencia de hasta 5 de diámetro. Su hábitat característico es en espacios abiertos como tierras desforestadas, espacios agrícolas en desuso, debido a su alta demanda de luz, aunque también se pueden ver en algunos bosques naturales cerrados.

Ceiba en un parque cubano. Foto tomada de Internet

Sus grandes raíces sobresalen por encima de la tierra y se hunden en el suelo firme. Las hojas son alargadas y palmeadas en ocasiones aparecen luego de la floración. Las flores cuando están maduras caen en forma de llovizna para darle al suelo un matiz diferente.

Es un árbol venerado y sagrado por diversas culturas prehispánicas en mesoamérica tales como los mayas (llamada Ya’axche), los taínos (Cuba, Puerto Rico y República Dominicana), los quechuas, los pipiles, las nahuas, y en la cultura afrocubana, los yorubas (llamada Iroko).

Ofrenda al pie de una ceiba (Cuba). Foto tomada de Internet

Es un conductor de energía, la ceiba significa vida, perpetuidad, grandeza, bondad, fuerza y unión. Antes de entrar a su sombra hay que pedirle su permiso y bendiciones. Dormir bajo ella conectará el inconsciente y será bendecido con sueños proféticos y curativos; y el solo hecho de tocar su tronco fortifica.

Tradicional vuelta a la ceiba del Templete en La Habana vieja. Foto tomada de Internet

Ni las tormentas más violentas logran desgajarlas, ni los rayos fulminarlas. No hay otra planta que crezca tan alta, que sea tan vistosa, que de tanta sombra y que reciba tantas ofrendas de su gente, desde flores, miel, algunas monedas y hasta algún animal que acepta con satisfacción, pues representa los poderes mágicos del árbol sagrado de la selva donde moran los espíritus.

Fresno

Árbol de la familia de las Oleáceas, con tronco grueso, de 25 a 30 m de altura, corteza cenicienta y muy ramoso; hojas compuestas de hojuelas sentadas, elípticas, agudas en el ápice y con dientes marginales; flores pequeñas, blanquecinas, en panojas cortas, primero erguidas y al final colgantes, y fruto seco con ala membranosa y semilla elipsoidal.

Fresno. Foto tomada de Internet

Desde épocas antiguas, el fresno ha sido considerado un árbol mágico y sagrado. Entre los griegos era símbolo de solidez. De su madera se hacían las astas de las lanzas, designando a la propia lanza. En las tradiciones escandinavas es símbolo de inmortalidad y del nexo entre los tres planos del cosmos.

Para los pueblos germánicos, el fresno Yggdrasil es el árbol del mundo: el universo se despliega a la sombra de sus ramas, innumerables animales se cobijan allí, todos los seres derivan de él. Sirve de refugio a los que, escapados de los desastres, repoblarán la tierra. Es el símbolo de la perennidad de la vida.

“Yggdrasill, el árbol mundano”, Baxter’s Patent Oil Printing, de una placa incluida en la traducción al inglés de la prosa Edda por Oluf Olufsen Bagge (1847). Foto tomada de Internet

Para los escandinavos aparece como símbolo de la fecundidad; es por excelencia el árbol de la mujer.

Los fresnos representan la esencia de la vida y la necesidad de sobrevivir a cualquier situación que se le presente en la vida. Este árbol simboliza el crecimiento y el cambio y también significa la destrucción de cosas viejas para lograr algo nuevo y maravilloso.

Una de las múltiples representaciones de Yggdrasil. Foto tomada de Internet

Primer árbol de la creación, es el segundo por su utilidad, después del olivo.

Laurel

Árbol siempre verde, de la familia de las lauráceas, que crece hasta seis o siete metros de altura, con tronco liso, ramas levantadas, hojas coriáceas, persistentes, aromáticas, pecioladas, oblongas, lampiñas, de color verde oscuro, lustrosas por el haz y pálidas por el envés; flores de color blanco verdoso, pequeñas, en grupillos axilares, y fruto en baya ovoidea y negruzca. Las hojas son muy usadas para condimento, y entran en algunas preparaciones farmacéuticas, igual que los frutos.

Laurel. Foto tomada de Internet

Está relacionado con la inmortalidad.

En China se dice que la Luna contiene un laurel y un Inmortal: al pie del laurel, la Liebre de la Luna tritura los elementos de los que extrae el elixir de la inmortalidad.

En Grecia, estaba consagrado a Apolo, simboliza la inmortalidad conseguida por la victoria, por lo cual con sus ramas y hojas sirven se confeccionan las coronas que honran a los héroes, a los genios y a los sabios. En su condición de árbol apolíneo, significaba también las condiciones espirituales de la victoria, la sabiduría unida al heroísmo.

En Delfos, antes de profetizar la Pitia, los adivinos mascaban o quemaban hojas de laurel, pues se estimaba que, al estar consagrado a Apolo, poseía cualidades adivinatorias.

Pitia sosteniendo crátera y rama de laurel (ánfora, periodo clásico). Foto tomada de Internet

En Roma, emperadores, guerreros, deportistas y poetas eran coronados con laurel para representar la victoria, el triunfo y la grandeza.

Estatua del político y general romano Julio César coronado de laurel. Foto tomada de Internet

Como parte de la herencia clásica, plenamente vigente a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento, el laurel siguió siendo durante esta época el símbolo del poder, el triunfo militar, el don de la profecía, y, sobre todo, el emblema de la poesía y el signo de la gloria que se alcanza por las letras. También se asoció con él la creencia, conservada hasta nuestros días, y muy viva en nuestra literatura clásica, según la cual el laurel no puede ser alcanzado por el rayo.

El laurel, finalmente, se asocia con el amor: el poeta Francesco Petrarca (1304-1374), y con él sus seguidores, lo utilizó para aludir a su amada Laura, mediante la asociación fónica, y a veces también semántica, entre Laura y el laurel.

El poeta Francesco Petrarca con corona de laurel. Foto tomada de Internet
Infierno, cuadro del artista italiano Tommaso de Vivo (1790 –1884). La obra representa el viaje al infierno hecho por Dante y el poeta latino Virgilio, ambos coronados de laurel. Foto tomada de Internet

Olivo

El árbol de olivo es una planta altamente valorada en todo el mundo por todas las culturas debido a su gran importancia en la sociedad desde la antigüedad.

Olivo. Foto tomada de Internet

Originario de la región mediterránea, suele tener una altura comprendida entre los cuatro y los doce metros. Sus raíces están poco esparcidas, pero tienen una enorme capacidad para absorber el agua del suelo. El tronco es compacto, y de el nacen las ramas. Las hojas son de color verde oscuro por el haz y blanquecino por el envés. Se utilizan para producir aceitunas y aceite de oliva, también es utilizado en medicina y cosméticos.

La leyenda dice que este árbol sagrado fue un regalo de Atenea.
En lo alto de la Acrópolis de Atenas se encuentra un olivo que es un símbolo de cientos de años de dedicación y reverencia. Aunque este no es el “árbol original “honrado por los atenienses hace más de 2,500 años, sin embargo, se encuentra aproximadamente en el mismo lugar que el original. Foto tomada de Internet

Ningún otro árbol ha sido tan venerado por diferentes culturas y religiones que el olivo. El olivo es símbolo de longevidad, durabilidad y supervivencia, pues puede vivir más de dos mil años. Es asimismo símbolo de resistencia y renovación, ya que puede resistir condiciones adversas y luego reverdecer; además simboliza la prosperidad y la fertilidad por su abundancia de flores y frutos.

También es símbolo de paz y victoria


El huerto de los Olivos, Getsemaní en Jerusalén. Los evangelios han transmitido el emplazamiento del campo al que Jesús se retiró una vez terminada la Última Cena: salió y como de costumbre fue al monte de los Olivos (Lc 22, 39), al otro lado del torrente Cedrón (Jn 18, 1), y con los Apóstoles llegó a un lugar llamado Getsemaní (Mt 26, 36; Mc 14, 32). Foto tomada de Internet

Palma Real

La Palma Real (Roystonea regia), es el más simbólico de los árboles de la campiña cubana; su nombre específico regia simboliza realeza, majestuosidad. Pertenece a la familia Arecaceae y aunque es la más abundante de las especies de palmas del género Roystonea que habitan en Cuba, no es privativa de la Isla, también la podemos encontrar creciendo naturalmente desde la Florida y hasta México, en América Central y al norte de América del Sur, y se cultiva como planta ornamental en muchos otros lugares de la Zona intertropical.

Palma Real. Foto tomada de Internet

Sus flores son una importante fuente de alimento para las abejas. Su fruto, el palmiche, cuelga muy abundantemente en racimos; es una baya ligeramente alargada, de unos 10 milímetros, y nueve de ancho, de color violáceo a púrpura, y contiene sólo una semilla. En lugares húmedos los tallos son recubiertos por una gran cantidad de curujeyes y orquídeas. Los pájaros carpinteros hacen sus nidos en sus troncos y a menudo otras aves como la Cotorra, el catey, el sijú platanero y el tocororo utilizan los huecos abandonados por los pájaros carpinteros para aovar.

La palma, símbolo identitario de Cuba, es sumamente valorado por las expresiones religiosas africanas. En los cultos religiosos ella comunica el cielo y la tierra, y es vista como una columna que le proporciona sostén al mundo.

Para los congos o seguidores de la Regla de Palo Monte, la palma real es Diba, Lala, Mábba, y Dunkende, y se dice que cuando a una palma le impacta un rayo, los seguidores de esta expresión religiosa van hasta allí en busca de la “piedra de rayo” para montar ngangas, o recipientes espirituales.

Según los mayomberos en la palma reside Nsasi y por ello debajo del árbol realizan las ceremonias de iniciación, curas de enfermos y se colocan ofrendas.

También utilizan varias partes del árbol para realizar sus prácticas y ceremonias y como amuletos contra energías negativas.

En la Regla de Ocha la palma se conoce como Ilé Changó Orissá, Iggi Opwé y Alabi y el dios del trueno y de los tambores Shangó habita en su cima, velando por la protección de sus hijos y devotos. Por ello en la religión yoruba es tan importante la palma para los rituales religiosos vinculados a Shangó.

Allí se le dejan ofrendas y también a los eggunes o espíritus de los muertos que habitan alrededor de su tronco.

Los Abakuá llaman a la palma Ukano Mambre. Cuenta la leyenda que a los pies de ese árbol se organizó por primera vez la fraternidad en Cuba por lo que siempre sus rituales y ceremonias se conectan a este poderoso árbol.

También para los practicantes católicos en Cuba, la palma real es de suma importancia, pues la costumbre indica, que, para dar inicio a la Semana Santa, los creyentes salgan a las calles en procesión portando hojas de palma que luego conservan en sus casas como elementos sagrados.

A esta procesión se le conoce como festividad del guano y tanto iglesias como altares se adornan con esas hojas que se queman el Miércoles de Ceniza para marcar el inicio del periodo de Cuaresma.

Está representada en el escudo patrio donde simboliza la libertad. Es el árbol nacional del país, declarado como tal por su majestuosa estructura, su esbeltez y fortaleza.

Escudo Cubano. Foto tomada de Internet

Pino

Árbol de tronco fuerte y rugoso, con hojas estrechas en forma de aguja que se unen por una vaina en grupos de dos, tres o cinco, con flores masculinas y femeninas en ramas distintas y cuyas semillas (piñones) se encuentran en el interior de una formación leñosa llamada piña; crece de forma natural en el hemisferio norte y la madera tiene un gran aprovechamiento industrial y comercial.

Pino. Foto tomada de Internet

En el Antiguo Egipto estaban relacionados con Osiris (Báculo de Osisris), que se personificaba en un pino para enseñar el cultivo de las vides y los árboles frutales.

Los pinos en Grecia fueron consagrados a Rhea que representaba la totalidad y contenía pares de opuestos en su interior configurándose como el andrógino del que surgió la creación.

La diosa Cibeles y Attis, su amante, bajo un pino, bajorrelieve. Foto tomada de Internet

En Grecia y Roma estaba consagrado a Dionisios (Baco). El dios Pan aparece coronado con ramas de pino. (Pan era también el dios de la fertilidad y de la sexualidad masculina).

El gigante Sinis, llamado El doblador de pinos se enfrenta al héroe Teseo. Foto tomada de Internet

En la mitología celta es un árbol benévolo que ayuda a descansar al viajero, talarlos estaba penado.

Por ser un árbol siempre verde, es un símbolo de inmortalidad y eternidad. Además de este importante significado, común a todas las coníferas, debido a las agujas unidas en pares e injertadas en ramitas cortas, este árbol también simboliza la felicidad conyugal y la fertilidad.

La resina del pino se utilizó para purificar, esterilizar, embalsamar aquello que se quería preservar en el tiempo. La resina también se usaba en incensarios para purificar el espacio sagrado del templo, para evocar lo eterno.

Roble

Se denomina así a cualquier árbol o arbusto de las especies Quercus que tenga la bellota como fruto. Luce hojas muy particulares, ya que los bordes son ondulados y se desprenden del árbol desde el otoño hasta el invierno. Abunda en climas oceánicos y se encuentra dentro de los bosques frondosos como también en las zonas climáticas mediterráneas. Es de gran tamaño, con un tronco ancho y más de 35 m de altura. 

Roble. Foto tomada de Internet

Desde su corteza hasta sus hojas y bellotas, el roble ha sido muy utilizado con fines terapéuticos. Los vinos, aguardientes, cervezas y licores suelen envejecer en barriles de roble, ya que la madera de roble tiene un sabor característico.

Es tan poderoso, que es capaz de soportar un clima severo: relámpagos, frío extremo, lluvia torrencial, granizo y más. El roble puede durar cientos de años.

La fuerza y poder pueden ser los símbolos más reconocidos de este poderoso árbol, pero a un árbol como el roble se lo asocia con significados más notables. Diferentes culturas aseguran que el roble posee energía de libertad para recuperar la fuerza y la salud perdida. Su energía es curativa ya que contribuye ayudando a aquellos que esperan recuperar su fuerza y salud.


En la cultura celta existen diversos nudos que simbolizan elementos de la naturaleza. El nudo Dara representa la fortaleza y la fuerza interior. El nombre tiene una raíz gaélica, derivada de la palabra “doire” que significa roble. Por lo tanto, es un nudo que reverencia a los robles, específicamente el sistema de raíces que sostiene el árbol. Foto tomada de Internet

Está asociado a otros simbolismos como:

La fuerza divina

La sabiduría

El conocimiento

La fuerza interior y el coraje

La superación de todo tipo de problema, especialmente lo referido a la salud física

La protección a todo nivel

La recuperación de la confianza en si mismo

Renueva las fuerzas vitales

Equilibra la energía de todo el organismo tanto física, psíquica como energéticamente

Se considera que su energía es masculina por representar la fortaleza suprema de la naturaleza en el reino vegetal.


El Rey del Roble es una antigua deidad europea, el cual reinaba sobre la mitad luminosa del año, es decir, desde el solsticio de invierno hasta el solsticio de verano. Suele representarse con aspecto de un hombre más joven y va adornado con hojas de roble, siendo una deidad de la luminosidad y del renacimiento. Foto tomada de Internet

A pesar de que árboles y bosques fueron reverenciados y venerados, la sociedad actual se ha ido alejando de la naturaleza, pero las tradiciones y folclore mantienen este imaginario forestal vivo.

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