“El perfume es la forma más intensa del recuerdo. Debe ser como el tema central del Bolero de Ravel. Una especie de lenta obsesión.” (Jean Paul Sartre).
El nombre de perfume o perfumes proviene del latín “per”, por y “fumare”, producir humo, haciendo referencia a la substancia aromática que desprendía un humo fragante al ser quemado, usado para ahumar. En la actualidad, la palabra ´´perfume´´ se refiere al líquido aromático que usamos, para desprender olores agradables.
El perfume es una mezcla que contiene aceites esenciales aromáticos, alcohol y un fijador, utilizado para proporcionar un agradable y duradero aroma a diferentes objetos pero, principalmente al cuerpo humano.
Como si se tratase de auténticas joyas, los perfumes siempre han ocupado un lugar privilegiado entre los artículos de belleza para hacer más agradable la vida de quien lo lleva.
Un poco de historia…
La primera civilización de la que se sabe que empleó perfumes regularmente, es Egipto. Fueron los egipcios quienes descubrieron el enfleurage (extracción de perfumes por contacto de flores aromáticas con aceites o sustancias grasas). Sus complejas prácticas de embalsamamiento y entierro de los difuntos exigían el uso de especias y ungüentos.
Los griegos consideraban que los aromas tenían atributos mágicos, místicos y eróticos. Usaban habitualmente los perfumes después del baño y solían aplicar a cada parte del cuerpo un aroma diferente.
Los romanos adoptaron la costumbre griega del uso de los perfumes. La pasión por los aromas llegó a tal extremo, que tanto hombres como mujeres tomaban baños de perfume, metían en sus camas pétalos de rosas, aplicaban perfumes de diferentes aromas a cada parte del cuerpo, empapaban en fragancias las ropas y los muebles, e incluso llegaban a perfumar a los caballos y las mascotas tres veces al día.
Con la caída del Imperio romano y la expansión del cristianismo (que prohibió el uso del perfume por su función sensual), desaparecieron en Europa los conocimientos sobre el perfume. La llegada de las cruzadas a Tierra Santa entre los siglos XI y XII, devolvió a los europeos el placer del uso de materias aromáticas.
En el Renacimiento, el avance de la química permitió perfeccionar las técnicas de destilación y extracción que mejorarían la calidad de los aceites esenciales. Este progreso fue acompañado del surgimiento, en Venecia, de vidrieros que, mediante la técnica del cristal soplado, crearon los mejores frascos de Europa, convirtiendo así a Italia en la capital de la perfumería.
El descubrimiento de América fue un acontecimiento crucial para el desarrollo del perfume ya que puso a disposición de los perfumistas nuevas sustancias, como la vainilla, el cacao y el bálsamo del Perú, entre otras.
En el siglo XVIII el atavío de una mujer exigía complejos preparativos: usaban polvo perfumado en el cabello y maquillaje perfumado en la cara.
En el siglo XIX se produjo un verdadero progreso en la industria de la perfumería. En 1828, el maestro perfumista Pierre Francois Pascal Guerlain fundó en París una de las más antiguas perfumerías, que todavía existe.
Pero sin duda el progreso más importante de la industria tuvo lugar a finales del siglo XIX, cuando se logró la producción de sustancias aromáticas por medio de la síntesis química, que hizo que los ingredientes fueran más accesibles y permitió abaratar el precio de los perfumes. Había nacido la perfumería moderna.
En la actualidad
Pero con el perfume no sólo se busca un buen aspecto exterior sino que su influencia llega más allá. Los expertos en psicología opinan que el uso de estas ricas esencias aumenta la autoestima y favorece las relaciones sociales.
Una persona, sea hombre o mujer, se perfuma para encontrarse bien con ella misma pero también con los demás. Es un elemento relevante de la personalidad, de ahí la gran oferta de perfumes que se adapta a todo tipo de persona con una proyección social mayor de lo que puede parecer a primera vista.