Julio Antonio Mella, foto hecha por Tina Modotti. Foto tomada de Internet

Julio Antonio Mella: Un vendaval en la historia de Cuba

Era la noche del 10 de enero de 1929, cuando el joven líder estudiantil y antiimperialista cubano, Julio Antonio Mella, fue asesinado en la capital mexicana, en la intersección de las calles Abraham González y Morelos. Dos tiros de revólver 38 lo ultimaron mientras caminaba tomado del brazo de su amada Tina Modotti.

La primera bala atravesó el codo izquierdo y el intestino; la segunda perforó un pulmón. Los esbirros del dictador Gerardo Machado lo habían seguido hasta la capital azteca y así ponían fin a una existencia fecunda y valerosa.

No le tengo ni un ápice de miedo a la muerte, lo único que siento es que me van a asesinar por la espalda”, declaró Mella antes de salir de Cuba al exilio.

El “asno con garras”, cómo definiría a Machado el joven intelectual Rubén Martínez Villena, cumpliría su amenaza cuando al reclamarle al dictador la liberación de Mella encarcelado por acusación de terrorista, éste le contestó furioso ante testigos: “Tiene usted razón, joven. Yo no sé lo que es comunismo, ni anarquismo, ni socialismo. Pero a mí no me ponen rabo ni los estudiantes, ni los obreros, ni los veteranos, ni los patriotas, ni Mella. ¡Y lo mato! ¡Lo mato!”.

!Muero por la revolución!”, fueron sus últimas palabras. Palabras con las que el joven de veintiséis años expresó su sentido de vivir, la pasión y el profundo pensamiento comunista que guiaron sus días junto a una inquebrantable fe en la lucha revolucionaria y las ideas de emancipación.

Una vida intensa y prolífica

Vio la luz un 25 de marzo de 1903 en La Habana, y fue inscrito como Nicanor Mac Partland con el apellido de su madre, la joven irlandesa Cecilia Magdalena, por ser hijo de una unión extramatrimonial, pese a los deseos de su padre, el sastre dominicano Nicanor Mella, quien intentó enfrentar el derecho burgués de la época y reconocerlo legalmente.

Su padre era nieto del general Ramón Matías Mella, prócer de la independencia del pueblo dominicano, y su madre nunca dejó de militar en Cuba en las filas de quienes se oponían a la Enmienda Platt. De ellos heredaría el joven, su vocación revolucionaria e internacionalista.

Hizo la primera enseñanza en varios colegios católicos en La Habana. En 1915 viaja Julio Antonio a Nueva Orleans, Estados Unidos, junto a su hermano menor Cecilio y su madre, alistandose en el ejército de ese país, asegurando una edad superior a los 14 años que tenía. Un amigo de su padre logró sacarlo del ejército y lo regresó a Cuba, donde ingresó en la Academia Newton siendo allí alumno del poeta mexicano Salvador Díaz Mirón, quien le hizo descubrir el ideario del fundador del Partido Revolucionario Cubano, José Martí.

Su sueño de ser militar y pelear por la Patria americana se convierte en fuerte resolución. El anhelo de matricularse en el Colegio Militar de San Jacinto lo lleva a emprender en 1920 un viaje a México. Desde ese país en plena revolución comprendió la doble moral imperialista, que declaraba el “panamericanismo” y la “democracia” mientras mantenía sus tropas de ocupación en Nicaragua, Haití y República Dominicana.

Los pueblos hermanos que un loco tenaz descubriera, cachorros de un caduco león son hoy presas de un águila estrellada. ¿Por qué razón? ¿Por qué justicia? Por ninguna […]. Ver unidas a las repúblicas hispanoamericanas para verlas fuertes, dominadoras y servidoras de la Libertad, diosa. He aquí mi ideal”, proclamó alto y claro el joven Mella con sólo 17 años.

En esa temprana visita a la patria de Juárez, Mella precisa definitivamente cuál es el enemigo principal, y se plantea la vía de la unidad latinoamericana para derrotarlo. Regresa a Cuba y obtiene el título de bachiller en el Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río en 1921. Ese mismo año ingresa en la Universidad de La Habana, en la que se matricula en Derecho, Filosofía y Letras. 

En la Universidad de La Habana halló su primer escenario de batalla. Desde esa institución académica emprendió su viaje político y cimentó su inclinación a la doctrina Marxista. Allí inició el “atleta olímpico de la Revolución”, tal lo nombrara el intelectual Raúl Roa, su labor como dirigente estudiantil, aunque no fue este el único terreno donde dejó su impronta de organizador y conductor de masas. 

Sus primeros trabajos periodísticos aparecieron en la revista universitaria Alma Máter (1922-1923), de la que fue fundador y administrador. Es uno de los fundadores de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) el 20 de diciembre de 1922, cuando tenía 19 años. En enero de 1923 es el líder de la lucha estudiantil por la reforma universitaria y presidente de la FEU. 

En octubre de ese año organiza y dirige el Primer Congreso Nacional de Estudiantes. En la declaración de Deberes y Derechos del Estudiante aprobada en esa cita, Mella plantea como primera obligación del alumnado la de “divulgar sus conocimientos entre la sociedad, principalmente entre el proletariado manual por ser éste el elemento más afín al proletariado intelectual, debiendo así hermanarse los hombres del trabajo, para fomentar una nueva sociedad, libre de parásitos y tiranos, donde nadie viva sino en virtud del propio esfuerzo”.

Tal pronunciamiento sirvió de principio inspirador para la constitución en noviembre de la Universidad Popular José Martí, iniciativa que vinculaba a educandos, obreros e intelectuales con el propósito de “impartir instrucción política y académica a los trabajadores y de vincular la Universidad con las necesidades de los oprimidos”.

La Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, en horario nocturno, fue escenario de la materialización de aquella idea. Al decir de Mella, las puertas del principal centro de altos estudios de la isla se abrían así para los humildes “que por su ruda labor diaria para ganar el pan, no pueden recibir las enseñanzas superiores”.

Al interés propiamente académico por la renovación universitaria se unía en Mella la preocupación política por la modernización de la sociedad, en busca de la ampliación de la democracia y la participación de los estudiantes en la vida nacional. Sobre la función social de la Universidad de La Habana la concretaba así: “El más alto centro de cultura no debe ni puede ser una simple fábrica de títulos. Una universidad latina no es una escuela de comercio a donde se va a buscar tan solo el medio de ganarse la vida: la universidad moderna debe influir de manera directa en la vida social, debe señalar las rutas del progreso, debe ocasionar por medio de la acción ese progreso entre los individuos, debe por medio de sus profesores arrancar los misterios de la ciencia y exponerlos al conocimiento de los humanos”.

Resulta difícil imaginar cómo pudo Mella hacer tanto, y organizar a tantos sectores populares de Cuba y América Latina en su corta vida. Fue director y redactor de la revista Juventud (1923-1925), fundador de la Liga Anticlerical (1924) y de la sección cubana de la Liga Antiimperialista de Cuba junto a Carlos Baliño y con la presencia combativa de Rubén Martínez Villena. La Liga, inspirada por la Internacional Comunista, sería un instrumento fundamental para la aplicación creativa de las ideas leninistas en los países coloniales y dependientes. Julio Antonio llegaría a convertirse en el máximo orientador de la organización en toda Latinoamérica. En este mismo año ingresa en la Agrupación Comunista de La Habana y desde ella despliega un trabajo muy activo entre el proletariado. 

Memorable pasaje en el peregrinar del joven luchador fue su vínculo con la clase obrera y sus fraternales lazos de amistad con hombres como Carlos Baliño, precursor del pensamiento marxista cubano y creador con José Martí del Partido Revolucionario Cubano; y Alfredo López, máximo dirigente de la Federación Obrera de La Habana, por quién Mella sintió gran admiración y a quien llamó Maestro.

En 1924 publica un folleto titulado Cuba, un pueblo que nunca ha sido libre, dividido en varias partes: El imperialismo yanqui ha sido siempre enemigo de la independencia de Cuba, La soberanía de Cuba ante el Derecho Político, La Enmienda Platt, y Otras manifestaciones del dominio yanqui en Cuba.

El 16 de junio de 1925, apenas con 22 años, fundó junto a Carlos Baliño, el Partido Comunista de Cuba, siendo su primer secretario de organización. En 1926 es expulsado de la Universidad de la Habana por sus acciones revolucionarias contra la dictadura de Gerardo Machado y es detenido por las fuerzas represivas. En la cárcel se declara en huelga de hambre indefinida.

El Comité Pro-Libertad de Mella inicia una campaña para liberarlo, la presión nacional e internacional se hace sentir, y es liberado el 23 de diciembre del propio año. Se embarca entonces rumbo a Honduras y se exilia en México, donde se vincula al movimiento revolucionario continental e internacional del que es nombrado Secretario General, posición rectora desde la que establece contacto con los revolucionarios y demócratas de toda la región e impulsa las actividades preparatorias para un evento internacional. En febrero de 1927, asiste al Congreso Mundial contra la opresión colonial y el imperialismo, celebrado en Bruselas, donde contacta con los revolucionarios y luchadores anticolonialistas de 37 países y 137 organizaciones progresistas del mundo.

Junto con delegados de partidos comunistas en el Congreso Mundial contra la opresión colonial. Foto tomada de Internet
Julio Antonio Mella en la redacción del periódico El Machete. Foto tomada de Internet
Tina Modotti,  fotógrafa italiana, activista y luchadora social, compañera de Julio Antonio. Foto tomada de Internet

En 1928 conoció en México a la fotógrafa y luchadora revolucionaria italiana, Tina Modotti, con quien mantuvo una intensa relación amorosa que sólo duró cuatro meses al ser asesinado. Al fallecer en sus brazos, la frase de Mella “Muero por la Revolución”, es su legado, y Tina lo recalcó al declarar: “En la persona de Mella asesinaron no solo al enemigo del dictador cubano, sino al enemigo de todas las dictaduras… Esta noche, un mes después del cobarde asesinato, honramos la memoria de Mella prometiendo seguir su camino hasta lograr la victoria de todos los explotados de la tierra. De esta manera lo recordamos como él lo hubiera preferido: no llorando, sino luchando”.

Las cenizas de Mella fueron trasladadas a La Habana el 29 de septiembre de 1933, y reposan frente a la escalinata universitaria por la cual tanto luchó.

Legado

Aquel 10 de enero de 1929 señala el eclipse biológico de una de las vidas más fecundas, atorbellinadas y generosas que registra, con caracteres de hierro, la lucha revolucionaria contra el imperialismo y la reacción nacional. Al paralizarse para siempre en aquel cuerpo joven y atlético la circulación de la sangre y dejar de funcionar aquel cerebro clarísimo, se inició para Mella una nueva vida a través de su recuerdo y de su ejemplo”.

Como todos los revolucionarios caídos en su puesto de combate, Mella devino símbolo. Por eso, sigue siendo útil después de muerto, como él mismo pidiera. Por eso, su nombre es hoy para nosotros bandera que agitamos en las calles contra la burguesía y el imperialismo y llevamos clavada en el pecho. No hay, en rigor, premio más alto para el revolucionario desaparecido, que este de seguir sirviendo a la causa desde la tumba”, escribiría cuatro años después Raúl Roa.

Su mensaje antiimperialista mantiene hoy plena vigencia, cuando decía: “La hora es de lucha, de lucha ardorosa; quien no tome las armas y se lance al combate pretextando pequeños desprecios, puede calificarse de traidor o cobarde. Mañana se podrá discutir, hoy solo es honrado luchar”.

El legado político de Julio Antonio Mella también guió a otras generaciones de patriotas cuando años después llevaron a cabo la gesta que condujo a la plena independencia y soberanía de Cuba.

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