Arturo R. de Carricarte. Foto tomada de Ecured

Arturo de Carricarte: Fervoroso Martiano

En la actualidad,  que se mencione el nombre de Arturo R. de Carricarte Armas (1880-1948), no es muy común. Los interesados tendrían que buscar el mismo entre los especialistas que estudian la literatura cubana de los primeros años de la República. Pero este periodista, escritor y diplomático, inteligente y emprendedor, fue uno de los más entusiastas martianos de comienzos del período republicano cubano en cuanto a la conservación y divulgación de la memoria y el legado de José Martí.

¿Quién fue Arturo de Carricarte?

Arturo R. de Carricarte y de Armas, nació en Marianao, La Habana, un 6 de noviembre de 1880. Cursó estudios en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, donde se graduó de bachiller en 1894; por estos años comienza su interés en el ambiente periodístico como posible horizonte laboral. Durante la Guerra de Independencia iniciada en 1895, se mantuvo en Mariano.

En 1902 viaja a Veracruz, México, donde permanece una breve temporada. En el puerto mexicano, Carricarte trabaja en la redacción de las revistas El Dictamen y Revista Crítica junto al intelectual, filósofo, crítico escritor dominicano Pedro Henríquez Ureña (1884-1946).

Regresa a Cuba y comienzan sus colaboraciones con los periódicos y revistas de La Habana entre las que se destacan, la revistas La Época (1904-1905), de la que fue también jefe de redacción y La América (1907); además fue colaborador del único periódico habanero que se publicó en inglés The Havana Daily Post (1907) del que fue además jefe de redacción de su edición en español.

En 1908 fue premiado en los Juegos Florales del del Ateneo y Círculo de La Habana hecho este que le ganó cierta popularidad permitiendo que un año después entrase a formar parte del servicio consular cubano al ser nombrado Cónsul de Cuba en Montevideo, país donde mantuvo una activa participación en la vida intelectual.

De regreso a Cuba consolida su labor literaria al obtener el Premio de Literatura (1913-1914) de la Academia de Artes y Letras por su novela, Historia de un vencido (El Ñáñigo). Miembro de la Academia de Artes y Letras, de la Sociedad Geográfica y de otras similares en Hispanoamérica; fundó en 1915 la revista Helios de Marianao y se desempeña además en cargos gubernamentales en la Secretaría de Instrucción Pública y la de Estado.

Colaborador del Heraldo de Cuba, del cual era director el destacado periodista Manuel Márquez Sterling, tenía una sección fija llamada Libros e Ideas desde la cual realizó durante el período 1914-1918 una notable labor de reunir y visualizar a escritores cubanos como es el caso de sus artículos La novela en Cuba (4 de mayo de 1914) en el cual cita a 260 autores y casi 600 títulos. Otros compendios suyos como Nuestro año intelectual (Resumen del año 1914 aparecido el 1 de enero de 1915) fueron elogiados por la Asociación de Repórters, dirigida entonces por José A. Fernández del Diario de la Marina.

También colaboró con la revista semanal El Fígaro de Manuel Serafín Pichardo, donde escribía gran parte de la élite intelectual cubana de las primeras décadas del siglo XX. Allí compartió páginas en la sección de Artículos con ilustres como Francisco Castellanos, Miguel de Marcos Suárez, Luis Urbina y Francois Cisneros entre otros notables escritores. Además de publicar artículos históricos sobre México como es el caso de La situación de Yucatán y Las Ruinas de Uxmal.

Colaborador activo de otros medios como Azul y Rojo, Bohemia, Gráfico, La Noche, La Discusión, La Nación, El Mundo, Diario de la Marina, El Día, El Nuevo País, El Debate, Arte, El Triunfo (cuyos editoriales escribió durante doce años) y El Sol (Marianao); utilizó los seudónimos C. de Arracerit, A. R. de Castro, Blas Gil y Segundo Valbuena. Además se desempeñó como profesor del Seminario Diplomático y Consular, anexo a la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana (1921).

Alcanzó gran notoriedad alrededor de 1920 cuando fundó la Biblioteca Municipal de La Habana, la cual dirigió hasta 1931 y posteriormente la de Marianao, al tiempo que rechazaba toda injerencia extranjera en temas de actualidad cubana en la misma línea de antiimperialismo martiano: 

“…no descansa en intereses políticos y no es, por tanto, gubernamental ni oposicionista: mis convicciones y mi actitud de hoy son exactamente las mismas de 1906 y de 1916. En 1906 condené al señor Estrada Palma y a su gobierno por haber llamado a los Estados Unidos; en 1916 combatí a estimados compañeros que En favor de  Zayas pedían la intervención norteamericana. Jamás me ha importado el beneficio que ésta podría ofrecerle a mis amigos políticos: he temido y temo de ella el daño que pueda hacerle a mi país“.

Arturo de Carricarte en La Noche, 18 de noviembre de 1920

Fue gran amigo de Pedro Henríquez Ureña, prestigioso intelectual al que tanto debe Cuba por su labor lingüística y literaria, cuyo padre fue presidente interino de la República Dominicana antes de la intervención norteamericana de 1916. A raíz de este suceso Arturo de Carricarte realizó una fuerte labor de denuncia en los medios de prensa cubano sobre los intereses nada democráticos que tenían los lazos que unían a los políticos cubanos con la nación del Norte.

Al rescate de la obra Martiana

En 1921 funda la Revista Martiniana, primera publicación íntegramente dedicada a José Martí en la que se dedica a publicar cartas, documentos, poesías y documentos relacionados con nuestro Apóstol, dando a conocer valiosas piezas de la documentación martiana, entre ellas la famosa “carta inconclusa a Manuel Mercado” publicada por primera vez en la Revista Martiniana. Otro de los objetivos de la revista era combatir la sacralización de la figura del Apóstol y evitar el manoseo del que era producto su figura por parte de los políticos de la época.

Desde la Revista Martiniana, Carricarte hizo ingentes esfuerzos para rescatar la Casa Natal de José Martí, en esos momentos en muy mal estado y habitada por una numerosa familia desde 1903, en que Doña Leonor fue autorizada por el Patronato fiador de la Casa a alquilarla, tras su muerte sus herederos siguieron cobrando el alquiler y luego dejaron de hacerlo.

Promovió el litigio para el rescate de la casa comprada por cuestación pública y logra el desalojo de la misma para dedicarla al Museo José Martí, primero dedicado al Apóstol y dirigido por este eminente cubano desde 1925 hasta 1948.

Desde este puesto batalló con la desidia gubernamental para rescatar objetos y documentos y mostrar al público, apoyar a los maestros de las escuelas públicas en su espontánea y noble labor de “rescatar” a Martí e integrarlo a su pueblo, con el conocimiento de su vida y su obra.

En pos de recuperar la figura martiana accesible a los ciudadanos cubanos denunció en 1931 el vacío que existía en la sociedad republicana de los principios martianos basado en lo poco que se leían las obras de José Martí por los lectores cubanos. Para emitir sus argumentos se basaba en un estudio propio a raíz de los libros que se solicitaban en la Biblioteca Municipal de La Habana (de la cual era fundador y director). 

En los nueve años que llevaba abierta la biblioteca, las obras de José Martí  no había sido solicitadas ni por trescientas personas. Haciendo extensible este desconocimiento de la obra martiana a otras poblaciones de las cuales tenía datos similares. 

Este hecho entraba en contradicción con la estima que había recibido el Apóstol desde el propio 28 de enero de 1899 cuando se colocó la primera tarja en la casa natal de la calle Paula, donde años después se levantaría la Casa Museo José Martí, que el propio Arturo de Carricarte dirigiría desde 1925 hasta 1948 y a la cual donó más de 500 libros, fotografías y reliquias.

Sus textos sobre José Martí son numerosos. Además del antes citado, publicó trabajos que permiten ahondar en los complejos matices de sus valoraciones: Honremos a Martí (1922), Martí en Isla de Pinos, octubre a diciembre de 1870 (1923), Iconografía del Apóstol José Martí (1925), La cubanidad negativa apóstol Martí (1934), Martí y el leonismo (1939), Lo que dice y no dice el manifiesto de Montecristi (1940).

Su libro más polémico. Foto tomada de Internet

En 1948 enfermo y decepcionado se retira de la dirección de la Casa Natal de José Martí. Murió el 8 de noviembre de 1948 en su Marianao natal; en palabras del periodista Ramón Vasconcelos, en la revista Bohemia número 46 de aquel año, “con un libro en la mano”.

Su labor callada y anónima permitió consolidar al Museo José Martí dentro de las tradiciones patrióticas del pueblo cubano, que incorporó a la Casita de Martí como una de las reliquias de la patria. Su recuerdo queda en esta institución que fundó a la cual se consagró, como homenaje sincero y desinteresado al Apóstol Cubano.

Foto: Museo Casa natal José Martí. Página Oficial
Foto: Museo Casa natal José Martí. Página Oficial
Foto: Museo Casa natal José Martí. Página Oficial

chevron_left
chevron_right

Leave a comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Comment
Name
Email
Website