Feria Internacional del Libro de La Habana. Foto tomada de Internet

Las Ferias del Libro en Cuba

La Feria Internacional del Libro de Cuba constituye uno de los eventos culturales más importantes del país.  Se ha convertido por derecho propio en un fenómeno cultural y mediático, incide en todas las ciudades del país y en algunas zonas rurales, se ha ido complejizando su organización con un alcance que trasciende las fronteras insulares, dado su carácter internacional. 

La Feria se comenzó a celebrar en La Habana oficialmente en el año 1982, pero los propósitos de realizarla estuvieron presentes desde el período republicano…

Orígenes

El primer evento de este carácter tuvo lugar entre los días 20 y 27 de mayo de 1937, respaldado por el gobierno de la época y gestado por los historiadores Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964) y José Luciano Franco (1891-1989), quienes en aquel entonces desempeñaban una destacada labor de promoción cultural. 

El historiador Emilio Roig de Leuchsenring uno de los artífices de las primeras Ferias del Libro en Cuba. Foto tomada de Internet

El suceso tuvo su sede en la explanada de La Punta, el Malecón y el Paseo del Prado, en los terrenos que en aquel tiempo ocupaba la Cárcel de La Habana. En él participaron las principales librerías habaneras de la época (Minerva, La Moderna Poesía, Martí, y otras), así como diversas instituciones (entre ellas la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, la Revista Carteles, la Oficina del Historiador de La Habana, etcétera). 

Asimismo, el preludio tuvo escasa repercusión en la diarios de la época, salvo el artículo que le dedicó el periodista Ramón Vasconcelos (1890-1965), quien en su habitual columna Al margen de los días, del periódico El País, después de señalar que le había parecido superior en su organización a la primera Feria del Libro de Madrid, expresaba: “Más cuidada la selección, más atención oficial para el librero. Sólo que no es posible convertir en entusiasmo súbito, la indiferencia de un público, de un gran público que discute hasta el precio de los periódicos. Vasconcelos, en el mismo artículo, elogiaba la iniciativa de los organizadores y concluía con esta sentencia: Sin exposiciones, sin ferias de libros, sin inquietudes intelectuales, sin vivencia espiritual, una capital no puede llamarse culta”.

El evento fue inaugurado por el entonces alcalde de La Habana, Antonio Beruff Mendieta, y el escritor Alfonso Hernández Catá. Por otra parte, su clausura estuvo a cargo del doctor José María Chacón y Calvo, director de Cultura del Ministerio de Educación. Sin embargo, esta primera Feria alcanzó poca divulgación en su momento y no tuvo la relevancia esperada. 

Sin lugar a dudas el criterio anterior muestra, en primer lugar, cómo poco a poco la intelectualidad cubana fue tomando conciencia de la importancia del fenómeno ferial para el desarrollo cultural de la sociedad; en segundo lugar, nos muestra la disposición que presentaba el pueblo cubano frente a fenómenos de esta índole.

Tras la Constitución de 1940, puede mencionarse sin dudas que le confirió una mayor atención a cuestiones propias de la cultura, una de ellas fue la relativa a la difusión del libro y la lectura. Fue así que, en 1942, y auspiciada por el Ministerio de Educación, se celebró la Primera Feria Nacional del Libro en Cuba, que tuvo su sede en la antigua cárcel de La Habana. 

Según sus organizadores este fue un acontecimiento  de modestas proporciones. Al año siguiente el evento se localizó en el Parque Central de La Habana, su sede a partir de entonces, además de extenderse a la ciudad de Santiago de Cuba. 

Con la posterior creación de la Secretaría de Educación, fue esta quien se encargó de la organización de las ferias, con el coauspicio de la Cámara del Libro de Cuba y, en ocasiones, del Municipio de La Habana.

Las actividades de la feria fueron progresando a través de los años, pero siempre eran nocturnas. Se establecía un pabellón central con una red de pabellones menores donde exponían tanto las casas editoriales como las librerías. 

Existía una tribuna donde importantes personalidades se dirigían al público explicando la importancia de la lectura, y luego actuaban orquestas y artistas de relieve. 

Las actividades eran muy diversas: exhibición y venta; promoción de literatura infantil, con un lugar dedicado a los niños en el cual estos podían tomar los libros y sentarse a leerlos; expendio de libros de uso; pabellón que mostraba el proceso de encuadernación; pabellones instructivos, como el de la Sociedad Cubana de Espeleología, que para la VI Feria, en 1948, montó una exposición de fotografías; exposiciones de mariposas; venta de artesanías y expendio de comestibles, entre otras. 

Las Ferias del Libro fueron un éxito de público de acuerdo a las fuentes que reseñaron esos eventos, sin embargo en las intervenciones de intelectuales como Juan Marinello, José Luciano Franco, Emilio Roig o Ángel Augier, por solo citar algunos, se criticaban algunas limitaciones que tuvieron, a saber: “No lograron extenderse nunca a todo el territorio nacional, aunque es justo reconocer los esfuerzos de Raúl Roa frente a la Secretaría de Cultura, donde logró, de manera intermitente, llevar pequeñas expediciones literarias a zonas rurales”. 

Con el golpe de estado de 1952 se interrumpieron estas aspiraciones. Otra crítica que se hacía justamente era que los libros no siempre estaban al acceso de las personas que asistían a la feria, no tanto por el analfabetismo, que era menor en la capital que en el interior del país, sino por sus precios.

Un señalamiento negativo era la escasa presencia de autores cubanos, con la consiguiente preeminencia de extranjeros.  El pabellón destinado a los autores del patio, era casi siempre el último en erigirse y, según palabras del poeta Ángel Augier (1910-2010) al reseñar la VI Feria, estaba “desconsoladoramente vacío, como un símbolo de la atención que se presta a nuestra producción bibliográfica, a esa que costea el propio autor por falta de editores suficientes”. Se preguntaba entonces: “¿se rectificará alguna vez este error, y veremos algún día que la primera caseta que se construye y se equipa en la Feria del Libro es la dedicada a las obras cubanas?”. 

Otra solicitud desatendida era la de que se hicieran, una vez concluidas las ferias, estudios para determinar qué libros y autores eran los más demandados, según Augier: “Ello ofrecerá al observador de nuestros fenómenos culturales la ocasión de calibrar el coeficiente de educación y apreciar porqué rumbos de las ideas y del gusto literario camina nuestro pueblo”. 

Esto es lo que conocemos como estudios de público, esenciales para diseñar políticas culturales y apenas incipientes en Cuba en la actualidad, en lo que a la comercialización del libro se refiere. 

Después de 1959

El período histórico que se inicia en 1959 dio un vuelco al universo del libro y la lectura y convirtió en realidad muchas de las aspiraciones anteriores. 

La Campaña de Alfabetización, la  fundación de la Imprenta Nacional y del Instituto Cubano del Libro, las editoriales nacionales; la creación de una red de ediciones territoriales, permitió que los autores cubanos publiquen y se den a conocer en el panorama cultural; propició que el libro y la lectura fueran conquistando mercados y el progresivo interés del público; realidad que sin industria duda alguna, favorecerá de forma significativa al desarrollo de la editorial cubana y el progreso cultural del  pueblo cubano.    

De esta manera, fue en el año 1982, cuando se celebró la primera Feria del Libro de La Habana de gran alcance. Celebrada en el Palacio de Bellas Artes de La Habana. Contó con una pequeña representación de editoriales latinoamericanas. La muestra estuvo dedicada a José Martí, Jorge Dimitrov y Nicolás Guillén. Su lema, que duró muchos años al frente de la ferias, fue: “El libro: fuente de amistad entre los pueblos“. 

A partir de ese momento, la Feria comenzó a tener lugar cada 2 años (exceptuando el año 1988, en que no se celebró). De 1984 a 1996 el evento estuvo consagrado a un tema específico (por ejemplo, en 1984 se dedicó al libro científico-técnico; en 1986, al libro para niños y jóvenes…). Siempre hay una temática o slogan que acompaña el evento y desde 1998 se rinde honor a un país específico. En cuanto a las sedes escogidas, las primeras ediciones se realizaron en el Hotel Habana Libre y el Pabellón Cuba (1984), el Palacio de las Convenciones de La Habana (1986) y Pabexpo (1990, 1992, 1994, 1996, 1998).

A partir del año 2000 las condiciones editoriales y de Estado propiciaron cambios favorables al desarrollo ferial. Entre estas condiciones pueden citarse, el aumento de la participación de las editoriales cubanas e internacionales, las mejoras de la calidad y la cantidad de las muestras, así como, el creciente interés de intelectuales, escritores y público en general.

Tal escenario dejo sin alternativas al Comité Organizador del evento y a partir de ese año y hasta la actualidad la sede oficial de las FIL se encuentra en la Fortaleza San Carlos de la Cabaña, siendo acompañada por otras subsedes como el Pabellón Cuba, el Centro Cultural Dulce María Loynaz, la Universidad de La Habana, entre otras. Desde el año 2002 la Feria comenzó además a ser llevada a todas las provincias del país, una vez concluidas las actividades en la capital, lo cual se ha continuado haciendo hasta la actualidad. Además del traslado de la sede, se estableció el nuevo lema “Leer es crecer” que ha acompañado las ediciones de las FIL, y se dedica a una o varias personalidades importantes del ámbito literario o intelectual de Cuba o el mundo, y se decidió celebrar las FIL anualmente.   

Asistencia de público a San Carlos de la Cabaña

Últimos años

Las FIL en las últimas décadas se han desarrollado rápidamente, marcando un espacio de colisión no sólo para las ventas de libros, sino, para las múltiples representaciones de las artes cubanas e internacionales. En ellas se realizan importantes presentaciones de nuevos títulos, encuentros con los editores nacionales e internacionales, que realizan debates y mesas redondas para el público experto, presentaciones de libros con la presencia de sus autores y la crítica especializada, encuentros académicos, la atención al público menor de edad con la creación del Pabellón Infantil “Tesoro de Papel”, variadas actividades y presentaciones de libros infantiles dan la posibilidad de que los más pequeños siempre encuentren su espacio.

Actividad en el Pabellón Tesoro de Papel en la Fortaleza San Carlos de la Cabaña. Foto tomada de Internet

También se realizan promociones colaterales como son, las exposiciones de artes pláticas que vinculan el libro con la lectura, los ciclos de cine en colaboración con el ICAIC, los conciertos musicales; en esencia, toda la vida cultural del país se presta en función del acontecimiento ferial. 

De igual forma, es importante resaltar, como particularmente las ferias del libro se han ido desarrollando y expandiendo, formando parte de un fenómeno de aceptación y asimilación cada vez más de la lectura y el libro en la sociedad cubana. Hecho que puede ser visto, concentrándonos especialmente en el impacto de la FIL de la capital, desde la óptica de un espacio cultural que se ha vuelto parte de la idiosincrasia habanera y se ha convertido en tradición.

La Feria Internacional del Libro en la Fortaleza San Carlos de la Cabaña es un momento, donde convergen personas de diferentes procedencias sociales y múltiples intereses, significación que potencia además, la integración social y el surgimiento de un ser humano, con una orientación más integral desde la perspectiva cultural, política y social.

Edición de la Feria en Vueltabajo. Foto tomada de Internet
El público pinareño disfruta de las Ferias del Libro. Foto tomada de Internet

La esencia de la FIL cubana se traduce, en que es un producto de todo el sentimiento que se ha venido despertando en el pueblo y en el gobierno, cada vez más interesados en los procesos culturales del archipiélago.

Todo lo que se haga en pro del desarrollo de la lectura es poco, una sociedad de lectores proveerá buenos ciudadanos. 

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