El café ha conquistado el mundo entero. Foto tomada de Internet

El Café: una epopeya fascinante

El café existe desde hace más de once siglos y es la segunda bebida más consumida en el mundo, después del agua. Se estima que año tras año se toman más de 960 mil millones de tazas a nivel mundial, lo que equivale a 23.000 tazas por segundo.

Etapas del café. Foto tomada de Internet

El café según muchos, congrega personas y enlaza comunidades por todo el mundo. Desde que fue descubierto, el café se ha convertido en la herramienta perfecta para socializar. Frente a una taza de café se entablan conversaciones importantes o triviales, se pasan tiempos de alegría o de pena. En fin, esta bebida ha sido testigo de diversos momentos a lo largo de la historia.

La Organización Internacional del Café (ICO por sus siglas en inglés), decidió crear un día único para conmemorar a este grano y bebida. La celebración comenzó en el 2015, exactamente el primero de octubre de ese año. Desde ese momento, los 77 miembros pertenecientes a la Organización Internacional del Café celebran su día. A ellos se les unen miles de asociaciones cafeteras alrededor de todo el mundo con el mismo fin: rendir homenaje a esta popular infusión, una de las bebidas más consumidas y queridas del mundo; así como promover prácticas cafeteras más sostenibles y para visibilizar la situación de los productores de café en el mundo.

El café es uno de los productos que cambiaron la economía mundial de forma irreversible.

¿Qué es el café?

El café es una infusión caliente que se consume en todos los países del orbe. Su nombre deriva de un árbol: el cafeto cuyo grano es el que se utiliza para la realización de dicha infusión.

Taza de café. Foto tomada de Internet

La planta o árbol del café llega a medir entre 4 y 6 metros de altura, aunque mayormente la cortan para que los granos no se produzcan a tanta altura. Por su parte el grano del café mide aproximadamente 1 centímetro.

Cafeto. Foto tomada de Internet

Dichos granos se utilizan para la preparación de la infusión al ser tostados y mezclados con agua caliente para la elaboración del café.

El café cuenta con 800 compuestos que estimulan las papilas gustativas. Todo esto incidirá y será modificable en cuanto al sabor y al aroma en función del tipo de suelo de la planta de café.

El regusto está relacionado con el tiempo en que el gusto del café queda en la boca luego de haberlo ingerido. Este puede variar o bien modificarse en función de la calidad.

Por otro lado, la viscosidad, el peso o el grosor conforman el cuerpo del café. En cuanto a la amargura, el café descafeinado posee mucho menos sabor amargo que el café de grano tostado tradicional.

Si atendemos a las variedades genéticas, el café se puede dividir en dos grandes tipos o especies: la arábiga, que representa aproximadamente las tres cuartas partes de la producción mundial y que surgió en lo que hoy es Etiopía; y la Robusta, originaria de lo que era el Congo Belga, con un sabor más intenso, con más cafeína y acidez que la arábiga, además de proponer un cultivo menos exigente.

Los países con mayor producción de café en Latinoamérica son Brasil, Honduras, México y Perú, además de Colombia que se encuentra en el segundo lugar. A estos territorios se le suman Vietnam, Indonesia, Etiopía, India y Uganda.

Orígenes

La historia de cómo se extendió por todo el mundo el cultivo y el consumo de café comienza en el Cuerno de África, Etiopía, donde el cafeto tuvo su origen, probablemente en la provincia de Kaffa.  

Antiguo mapa en el que se señala la antigua Abisina (Etiopia), lugar de origen del café. Foto tomada de Internet

Cuenta una antigua leyenda etíope que data del 700 d.C., que un pastor de cabras llamado Kaldi fue el primero en descubrir el potencial de sus famosos granos.

Kaldi habría descubierto el café después de darse cuenta de que sus cabras rebosaban de energía y no podían dormir después de comer las extrañas bayas rojas de un árbol en especial. Kaldi informó el descubrimiento de las “cabras danzantes” al abad de un monasterio local, quien preparó una bebida con las bayas y pronto descubrió que lo mantenía alerta durante las oraciones vespertinas. De inmediato, el abad compartió su nuevo descubrimiento con los monjes del monasterio y el efecto energizante de aquellas bayas comenzó a propagarse hasta llegar primero al Medio Oriente y a la península arábiga. Poco tiempo después, comenzó a llegar a todo el mundo.

El pastor Kaldi descubre las propiedades del café en sus cabras (grabado). Foto tomada de Internet

Otra versión de la leyenda dice que Kaldi compartió las bayas con un monje que al principio no estaba de acuerdo con su uso y las arrojó al fuego. Sorprendentemente, el resultado fue un aroma maravilloso y agradable que dio lugar al primer café tostado. Poco tiempo después, los granos se molieron e hirvieron para producir una bebida que debe haber sido muy similar a lo que hoy en día conocemos como café.

Ya sea que la historia de Kaldi se considere verdadera o falsa, una cosa es segura: el café proviene originalmente de Etiopía.  Otra cosa que puede asegurarse es su siguiente paso, dado que el café llegó al Noroeste, más allá del mar Rojo hasta alcanzar Yemen en el siglo XV, y atracó en el puerto de Moka. Allí, un erudito islámico y místico sufí descubrió que al hervir las semillas que crecían en las colinas cercanas en una olla con agua la teñían de una tonalidad marrón barrosa. Cada vez que probaba esta preparación, su ánimo mejoraba y sus sentidos se despertaban, lo que mejoraba su concentración al orar, estudiar y meditar durante la noche. Estas son las premisas de la propagación de la bebida en el pueblo yemení, que comenzó a cultivar café en las terrazas de sus montañas y valles, y lo compartió con peregrinos y comerciantes que lo llevarían al resto de Asia y Europa.

Al principio, las autoridades del Yemen alentaron mucho el consumo de café, ya que sus efectos se consideraban preferibles a los más fuertes del “Kat”, un arbusto cuyas hojas y brotes se masticaban como estimulante.  Los primeros establecimientos de servir café se abrieron en la Meca y se llamaban “kaveh kanes”.  Ese tipo de establecimiento se extendió rápidamente por todo el mundo árabe y los cafés se convirtieron en lugares muy concurridos en los que se jugaba al ajedrez, se conversaba y se disfrutaba del canto, el baile y la música.  Los establecimientos estaban decorados con lujo y cada uno de ellos tenía su propio carácter.  Nada había habido antes como el establecimiento de café:  un lugar en el que se podía hacer vida de sociedad y tratar de negocios en un ambiente cómodo y al que todo el mundo podía ir por el precio de un café.

Kaveh Kanes, establecimientos de servir café en el mundo árabe. Foto tomada de Internet

Los establecimientos de café árabes pronto se convirtieron en centros de actividad política y fueron suprimidos.  Después, en las siguientes décadas, el café y los establecimientos de café fueron prohibidos varias veces, pero siguieron reapareciendo.  Con el tiempo se encontró una solución:  el café y los establecimientos de café tuvieron que pagar impuestos.

De Asia a Europa

Los primeros europeos que cultivaron el cafeto fueron los holandeses en Malabar, India. Posteriormente, el holandés Nicolás Witzen (1641-1717), llevó la primera planta desde Moka a Java, (actual Indonesia), consiguiendo el primer café no árabe. En ese momento, Indonesia formaba parte de las “Indias Occidentales Holandesas”. 

Es el botánico alemán, Léonard Rauwolf (1535-1596) quien introdujo el café al viejo continente a través de su descripción en uno de sus libros, luego de un viaje por el Oriente Medio. Dada aquella información, los mercaderes vieron una oportunidad de negocio al exportar el café a Europa. Algunos historiadores aseguran que el café entró en Europa por Italia, concretamente por Venecia en el año 1615, gracias a un comerciante llamado Pietro della Valle, quien, al parecer, lo había ya llevado sin éxito a la ciudad de Marsella.

Al igual que ocurrió en el mundo árabe, los primeros años del café en Europa fueron muy convulsos. Era considerado como una amenaza para el orden público, se intentó, sin éxito, prohibir, llegando incluso a cerrar las primeras cafeterías. Por ejemplo, en Alemania, los sectores protestantes reprobaron esta bebida y algunos terratenientes prohibieron su difusión. Más tarde se levantó esa prohibición, pero se sometió al café al pago de un fuerte impuesto. Estas medidas en contra del café se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XIX.

Los católicos tampoco recibieron bien esta bebida y algunos sacerdotes lo llamaron “amarga invención de Satanás” hasta que el papa Clemente VIII lo probó y le gustó tanto que decidió bautizarlo para hacerlo aceptable a los fieles. También estuvo prohibido en Rusia, con penas de tortura y mutilación. A pesar de los intentos, no se pudo frenar el avance del café por Europa y pronto se extendió por todo el continente.

A Inglaterra llegó en 1650 de la mano del también comerciante Daniel Edwards, que además fue el primero en abrir al público “un café” donde se expendía el novedoso “líquido negro”. Por cierto, fue la ayudante de éste, la griega Pasqua Rossé quien escribió el primer texto publicitario sobre el café: 

El café aviva mucho el ánimo y da ligereza al corazón. Suprime los vapores y es por esto eficaz contra el dolor de cabeza; contiene el paso de los reumas que destilan del cerebro al estómago, y de esta manera impide la consumición y la tos de los pulmones. Es excelente para combatir y curar la gota, la hidropesía y el escorbuto. Es conocida como la mejor bebida existente para las personas de edad. Figura como excelente remedio contra la hipocondría y las enfermedades análogas. Evita la somnolencia y pone al hombre en condiciones de trabajar a toda hora, por lo cual no hay que tomarlo después de cenar a menos que se desee combatir el sueño. Se observa que, en Turquía, donde el uso del café es general, la gente no conoce multitud de enfermedades o el escorbuto y que todos ellos tienen el cutis excesivamente blanco y claro”. 

Estas cafeterías fueron el origen de las ideas liberales en Inglaterra, debido a la presencia en ellas de filósofos y letrados y a la distribución de panfletos políticos. Tal fue la agitación que crearon que, en 1676, el fiscal del rey Carlos II de Inglaterra pidió el cierre de las cafeterías por crímenes de ofensa contra el rey y el reino. La reacción contra esa medida fue tal que el edicto tuvo que revocarse.

En sus orígenes, los europeos empezaron llamando al café “vino árabe”. La palabra “café” proviene originariamente del árabe “qahhwat al-bun” o “vino del grano”, que pasó a ser “qahwah”, el cual se transformó en “kahveh” en Turquía y, al final, se convirtió en “koffie” en holandés y “caffe” en italiano.

Solimán Aga, el embajador del sultán Mohammed IV ante el rey de Francia, Luis XIV, y favorito de la corte, fue quien puso de moda el café al ofrecer la bebida al rey Sol en el año 1669. El Imperio Otomano (la actual Turquía) tenía un control casi exclusivo sobre el comercio del café y estaba haciendo esfuerzos para presentárselo a la nobleza europea para impulsar las ventas. Al principio, al rey Sol no le gustaba especialmente el café, pero a medida que creció en popularidad en su corte real, empezó a beber menos vino y más café. Pronto les siguió su pueblo, así como otros aristócratas europeos. 

Sin embargo, en Marsella fue al principio muy mal recibido, en particular por los vinicultores que temían que se convirtiera en su competencia; estos últimos, con la complicidad de los médicos, le atribuyeron efectos tan negros como su color, acusándolo de “disolver la humedad del cerebro, de quemar la sangre y provocar el adelgazamiento…”.

Luis XIV hizo colocar su planta de café recién adquirida en el invernadero de su Real Jardín Botánico, donde, durante mucho tiempo, permaneció prácticamente intacta. Posteriormente se encargó su cuidado a Antonio de Jussieu (1748-1836), quien fue el primer botánico europeo en hacer una descripción científica del cafeto, sus flores y sus frutos. Jussieu clasificó el café en su memoria dirigida a la Academia de Ciencias de París como “jasminus Arabicum Lauri, folio, cuius semen apud nos caffe dicitur“, “Jazmín de Arabia de hojas de laurel, cuyas simientes llamamos nosotros café“.

Las cafeterías fueron extendiéndose por todas las capitales europeas. En Berlín la primera se abrió en 1670 y en París en 1686 un caballero italiano, Procopio del Coltelli, abrió el famoso café Procope, puesto al estilo y para los gustos de su tiempo con gran refuerzo de lámparas y espejos, y que debían frecuentar tantos hombres célebres (Jean de La Fontaine, Jean-Jacques Rousseau ​, Voltaire, Maximilian Roberspierre Georges-Jacques Danton, hasta Napoleón Bonaparte).

Y en Viena, en 1683 se abrieron las primeras de sus famosas cafeterías. Tal fue el éxito de esta bebida que el célebre compositor Johann Sebastian Bach, en 1734, compuso su Cantata al café.

En España, el origen del café hay que buscarlo con la llegada al trono de los Borbones y los comerciantes italianos a mediados del siglo XVIII. La historia cuenta que los primeros cafés madrileños eran casas de comidas donde se podía degustar una taza de café. 

El café fomentó la Ilustración y la Revolución Industrial: antes de que el café fuera introducido masivamente a la civilización y cultura europeas durante el siglo XVIII, la bebida preferida, por más extraño que parezca, incluso para el desayuno, era la cerveza, dado que el suministro de agua de esa época estaba demasiado contaminado para beber. Por lo tanto, las personas a menudo experimentaban un estado constante de ebriedad. Al mismo tiempo, las nuevas “cafeterías” se convirtieron en el lugar donde los hombres se reunían para hablar sobre los eventos del día, debatir e incluso hacer negocios.

La travesía a América

La historia del café en América del Norte data desde el siglo XVIII, existiendo registros que desde esa época se tomaba café en las 13 colonias, aunque aún no había alguna planta de café sembrada en el continente. En esa época todo el café era traído desde África, la moda cafetera europea del siglo XVII se extendió a ciudades como Nueva York, Filadelfia y Boston donde se abrieron establecimientos de café. 

Inglaterra lo cultivó en Jamaica en 1730, donde hoy en día se cultiva el café de variedad arábica más famoso y más caro del mundo, el café Blue Mountain. En 1825 se plantó en Hawaii por primera vez, donde actualmente se produce el único café estadounidense. 

En lo que respecta a la historia del café en América Latina y en Centroamérica, los holandeses nuevamente a principios del siglo XVIII fueron los primeros que introdujeron el café en Sudamérica,  primero a través de su colonia de Surinam en 1718, y después se plantaron cafetales en la Guyana francesa. Portugal hizo llegar los granos de café a Brasil, a las zonas de Paraná y Amazonas.

Llegada del café al Nuevo Mundo. Foto tomada de Internet

Mientras que España lo envió a Santo Domingo  en 1735.  La expansión del café por el continente continúa en Perú, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, México, Puerto Rico, Honduras, etc. 

Sin embargo existe una curiosa historia sobre llegada del cafeto al Nuevo Mundo. Gabriel Mathieu de Clieu, oficial de la Marina francesa destinado a Martinica era un aficionado al café y lamentaba que no existiera mucha oferta de café en la región a la que había sido encomendado, por lo que en 1720 aprovechó un viaje a su país natal para traer la primera planta y así poder sembrarla.

Tras varias peripecias se hizo de una planta de cafeto. A su regreso en 1726, sembró la planta; el cafeto creció, se multiplicó y se obtuvo la primera cosecha, el café maduró y se obtuvieron más semillas y así se plantaron más cafetos. En 1777, había 19 millones de cafetos en la isla; así fue como se estableció un modelo para un nuevo cultivo comercial que podía darse en el Nuevo Mundo y que hasta la fecha, es de las principales actividades económicas de Centroamérica y Sudamérica.

En Cuba

Contrario a lo que muchos piensan, la llegada de esta bebida, a la Isla, ocurrió algunas décadas antes de la Revolución de Haití. Los primeros cafetos arribaron a la isla en 1748, traídos por el catalán José Antonio Gelabert, luego de haber emprendido un viaje a República Dominicana. Sus sembrados se establecieron a las afueras de La Habana, en el territorio de Wajay, aunque no tuvieron un fuerte impacto en la economía del país.

Hasta el año 1790, la presencia de plantaciones de café en Cuba era mínima. Los terratenientes las establecieron con el objetivo de diversificar sus sembrados, pero el archipiélago aún carecía de verdaderos cafetales.

Sin embargo, con la Revolución de Haití, los colonos franceses se vieron en la necesidad de abandonar ese país, pues les resultaba imposible frenar la sublevación esclava. Por ello, ocurrió un incesante flujo migratorio entre los años 1791 y 1800, que tuvo como consecuencia el asentamiento de franceses en todo el territorio nacional, aunque predominaron las zonas del oriente como destino principal.

A su arribo a Cuba, los hacendados que habían perdido sus producciones con el estallido de la Revolución se encontraron con condiciones naturales propensas para el desarrollo de la industria cafetalera.

La Sierra Maestra y el macizo montañoso Sagua-Baracoa ofrecían indicadores de altura, temperatura y humedad propicios para la siembra de este grano, aunque poco tiempo después ya se encontraba poblando el Escambray, así como en las Sierras del Rosario y de los Órganos, respectivamente.

Es a partir de este momento que el archipiélago se inserta en el mercado cafetalero internacional. El mantenimiento de la esclavitud proveía de la mano de trabajo necesaria para el desarrollo de la Isla como una potencia en materia de este grano. Ello, sumado a las  técnicas modernas de cultivo y cuidado del grano aportado por los inmigrantes, propiciaron que Cuba se posicionase, en las décadas posteriores, como uno de los mayores exportadores de café, a nivel mundial.

Cafetal Isabelica, cerca de La Gran Piedra, Sierra Maestra, Santiago de Cuba, Cuba. Foto tomada de Internet
Café Cubita, es la marca de café más popular en Cuba. Foto tomada de Internet

El boom cafetalero se extendió en Cuba hasta 1850, fecha en que ese rubro comenzó a ceder su espacio a la producción industrial de azúcar de caña. Pese al alza del azúcar, el cultivo del café mantuvo notables éxitos desde la segunda mitad del siglo XIX y durante todo el siglo XX. Aunque la producción actual de café dista mucho de aquella que floreció en el XIX. Hoy en día, el país no cuenta con una industria suficiente para satisfacer la demanda nacional y extranjera, a pesar de poseer un terreno idóneo para este cultivo. Sin embargo, el consumo de esta infusión continúa imponiéndose como una tradición y cualquier momento resulta idóneo para tomarse una tacita de café.

Tradiciones en distintas partes del mundo

Dado que muchas personas de muchas partes del mundo apenas pueden sobrevivir sin su taza de café por la mañana, puede servirse de miles de maneras diferentes según dónde lo pida. Estas son algunas de las tradiciones de café más curiosas y peculiares del mundo:

Italia, es el país natal del Espresso. Es posible beber un Espresso Romano, en concreto: una única medida servida con cáscara de limón fresca en el borde de la taza. En España, el Café Bombón, originario de Valencia y también conocido como “café dulce”, se hace en un vaso transparente en el cual se pueden admirar sus hermosas capas blanca y negra hechas con leche condensada dulce y Espresso arriba. El Greek Frappé definitivamente podría representar otra excelente opción. Un símbolo de la cultura del café griego de la posguerra consiste en café soluble fácil de hacer servido en un vaso alto cubierto de espuma. Todo lo que necesita para prepararlo es café soluble, azúcar, leche, agua y cubos de hielo.

Café Espresso. Foto tomada de Internet
Café Bombón. Foto tomada de Internet
Greek Frappé. Foto tomada de Internet

En Alemania puede pedirse un Pharisäer, una bebida hecha con café fuerte, ron y crema batida, generalmente servida en una jarra o vaso, mientras que el Café Irlandés es famoso en todo el mundo desde 1943, cuando fue creado por accidente y se convirtió en una reconocida bebida navideña que puede consumirse durante todo el año, y que consiste en café caliente, whisky irlandés, azúcar y un poco de crema batida.

Café Pharisäer. Foto tomada de Internet

Latinoamérica puede ofrecer diversas variedades cuando de servir café se trata. El Café de Olla, preparado con café molido de tueste oscuro, azúcar en bruto, canela y otras especias, es muy popular en México, donde se sirve en una taza con cáscara de naranja. Al ser un ícono del estilo cultural de Cuba, el café es altamente apreciado en ese país. Un café cubano es una deliciosa medida de Espresso que incluye una capa gruesa de crema dulce. Si visita Colombia, podrá probar un exquisito Café con leche, una versión local rápida y fácil de esta bebida preparada con granos de café recién molidos y leche caliente. Por último, el Café Lágrima es considerado un arte en las cafeterías argentinas y es perfecto para quienes prefieren café menos fuerte, dado que consiste en una taza de Espresso llena de leche y manchada con una gota de café.

Café de olla. Foto tomada de Internet
Café Lágrima. Foto tomada de Internet
Nous Nous. Foto tomada de Internet

El Nous Nous marroquí es considerado otra delicia: significa “mitad y mitad” y se sirve en vasos pequeños con un toque de azúcar que lo endulza. Combina Espresso fuerte y un vaso de leche espumosa caliente. El Türk Kahvesi, también conocido como Café Turco, es un café no filtrado con un método de preparación único en el que los granos se hierven en una olla a fuego lento antes de servirse con azúcar, de ser necesario. Algo interesante es la tradición de superstición que tiene detrás. Dicen que la borra que queda después de beberlo puede usarse para leer la fortuna.

Türk Kahvesi o Café Turco. Foto tomada de Internet

Beneficios de tomar café

Los expertos en nutrición y los investigadores del sector médico han descubierto numerosas razones por las que se puede recomendar el café:

Múltiples beneficios. Foto tomada de Internet

Desde luego, la moderación es esencial. Según las guías alimentarias vigentes, una dieta saludable puede incluir entre 3 y 5 tazas de café (de 8 onzas cada una) por día, lo que equivale a un consumo diario de hasta 400 miligramos de cafeína. Pero este criterio se aplica únicamente al café negro sin nada agregado, y no a bebidas como los capuchinos, lattes y macchiatos, que suelen contener grandes cantidades de calorías, azúcar y grasa.

Algunos medicamentos o problemas de salud pueden reducir la tolerancia a la cafeína o afectar su inocuidad, por lo que se recomienda hablar con un profesional médico al respecto.

Usos del café

El café no solo es una infusión rica de degustar y/o combinar con otras bebidas. También se utiliza en la actualidad para diferentes fines:

Como ambientador de espacios cerrados

Dadas las características aromáticas del café, rico en ácido linoléico y compuestos orgánicos cíclicos, los llamados ciclos aromáticos, el café molido desprende un potente y persistente olor que impregna todo a su alrededor. Por ello es frecuentemente utilizado, envuelto en gasas transpirables, en espacios cerrados como armarios o fresqueras para tapar los olores a cerrados y de humedad. También en neveras para camuflar malos olores. Por otro lado, su contundencia aromática es frecuentemente utilizada por catadores de perfumes, vinos o productos lácteos como olor de referencia; es decir con el fin de evitar que el olfato se embote al captar muchos olores similares. A este respecto, el café sirve para desembotar la nariz entre un aroma y otro. 

Como exfoliante

El grano de café molido, y mejor si es en poso de infusión, es un excelente exfoliante para la cara y el cuerpo por su poder abrasivo y su PH ácido. Se puede utilizar sobre pieles muy secas y poco limpias en forma de emulsión con aceite de oliva o clara de huevo. La mezcla se flota sobre la piel y se deja reposar unos 15 minutos para que adhiera la capa dérmica de células muertas. Luego se enjuaga y aclara bajo la ducha. Posteriormente es importante aplicar crema hidratante sobre la zona que ha sido exfoliada.

Constituye un excelente exfoliante. Foto tomada de Internet

Para hacer abono

Como residuo orgánico rico en fibras, compuestos orgánicos y elementos como el sodio, el potasio, el magnesio, el fósforo o el hierro, el poso del café es un excelente compostaje para las plantas del hogar. El mejor modo de elaboración de un abono pasa por conservar los posos de la infusión en un recipiente ventilado y oscuro, mezclados con una buena cantidad de tierra para plantas de interior, de modo que los posos fermenten y se descompongan enriqueciendo la tierra. La mezcla se va revolviendo periódicamente y se aplica a medida que se necesite para restablecer la tierra de los tiestos que ha perdido vigor. Previamente hay que controlar el PH de la mezcla para evitar que baje demasiado, ya que tanto los posos como la tierra húmeda suelen ser ácidos. Si es demasiado bajo, se puede corregir añadiendo un poco de cal acompañada de hierro soluble. 

Para teñir el cabello

Gracias a los compuestos flavonoides y otras modalidades de vitamina B, que se oscurecen con el tostado del grano y que abundan en el café, su poder de tinción es alto y los cabellos más claros o canosos lo absorberán sin problemas, si se aplica tras el lavado, manteniendo el pelo mojado de café unos 15 minutos. Para ello podemos ayudarnos de un gorro de ducha o de natación. Después, podremos aclararlo con agua abundante y el resultado será un pelo oscuro y brillante. 

Como repelente de hormigas y gatos

De nuevo la potencia aromática del café puede ser utilizada en nuestro favor. Igual que elimina malos olores, el grano molido y no infusionado es un buen repelente de las expediciones de hormigas que se adentran en nuestra casa. Basta con poner montoncitos de café molido en la ruta habitual de los invasores, así como en las grietas por donde vemos que aparecen, para bloquear su acceso y hacerlas desistir.

Respecto a los gatos que merodeen por nuestro jardín u orinen en las plantas dejando su contundente olor, nada mejor que un preparado de grano molido con cortezas de limón que se deja los puntos del jardín por donde suelen merodear. El olor de la mezcla los ahuyentará.

Beber café: un medio para conectar con los demás y con uno mismo

Lo atractivo de su aroma y sabor, ha actuado como un catalizador para la comunicación y la interacción humana.

En encuentros con amigos, familiares o seres queridos, tomar café puede ser una oportunidad para compartir experiencias, ideas y sueños. Sentados alrededor de una mesa, disfrutando de la calidez de la bebida, podemos abrirnos a conversaciones más profundas, explorando nuestras creencias, valores y propósito en la vida. El café se convierte así en un catalizador de momentos significativos y conexiones humanas auténticas.

Grupo de amigos compartiendo un café. Foto tomada de Internet

También puede ser utilizado como herramienta para explorar la espiritualidad. Tomar una taza de café puede convertirse en un momento de introspección y conexión con nuestro interior.

chevron_left
chevron_right

Leave a comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Comment
Name
Email
Website