Día del Idioma. Foto tomada de Internet

La fiesta del idioma

Un idioma es la lengua propia de un pueblo o nación o de varios pueblos y naciones. La palabra idioma proviene del latín idiōma, y este del griego ἰδίωμα (idíoma), que significa “propiedad privada”.

Como tal, el idioma es un sistema de comunicación lingüístico, que puede ser tanto oral como escrito. Se caracteriza por regirse según una serie de convenciones y normas gramaticales que garantizan la comunicación entre las personas. De allí que idioma y lengua sean términos sinónimos.

En el mundo existen aproximadamente entre seis mil y siete mil idiomas, sin embargo, los tres más hablados son el chino mandarín, el español y el inglés.

El 23 de abril se celebra el Día del Idioma con el objetivo de reconocer la riqueza cultural e histórica de cada uno de los idiomas oficiales de la Organización de las Naciones Unidas. La elección de esta fecha se debe a la coincidencia del fallecimiento de grandes figuras de la literatura como son Miguel de Cervantes, Williams Shakespeare y Garcilaso de la Vega, el Inca.

Tres genios de la palabra

Cervantes, Shakespeare y Garcilaso son expresión de una lengua, una posición en el mundo, una concepción de la literatura y un periodo marcado por las tensiones de un mundo que había abierto sus fronteras.

Gómez Suárez de Figueroa, renombrado como Garcilaso de la Vega, el Inca a partir de 1563 (1539-1616) Fue un escritor e historiador mestizo de ascendencia hispano-incaica nacido en el territorio actual de Perú. Era hijo del conquistador español Sebastián Garcilaso de la Vega y de la princesa incaica Isabel Chimpo Ocllo. Gracias a la privilegiada posición de su padre, que perteneció a la facción de Francisco Pizarro hasta que se pasó al bando del virrey Pedro de La Gasca, el joven Garcilaso recibió en Cuzco una esmerada educación.

A los veintiún años se trasladó a España, donde siguió la carrera militar. Con el grado de capitán, participó bajo el mando de Juan de Austria en la represión de los moriscos de Granada, y más tarde combatió también en Italia, donde conoció al filósofo neoplatónico León Hebreo. En 1590, muy probablemente dolido por la poca consideración en que se le tenía en el ejército por su condición de mestizo, dejó las armas y entró en la religión.

Desde su regreso a España había visto reconocido el derecho a usar su nombre paterno; había frecuentado asimismo los círculos humanísticos de Sevilla, Montilla y Córdoba, y se había volcado en el estudio de la historia y en la lectura de los poetas clásicos y renacentistas. Fruto de esas lecturas fue la traducción del italiano que Garcilaso hizo de los Diálogos de amor, de León Hebreo, que dio a conocer en Madrid el mismo año de su retiro.

Siguiendo las corrientes humanistas en boga, Garcilaso inició un ambicioso y original proyecto historiográfico centrado en el pasado americano, y en especial en el del Perú. En 1605 dio a conocer en Lisboa su Historia de la Florida y jornada que a ella hizo el gobernador Hernando de Soto, título que quedó sintetizado en La Florida del Inca. La obra contiene la crónica de la expedición del conquistador Hernando de Soto, de acuerdo con los relatos que recogió él mismo durante años, y defiende la legitimidad de imponer en aquellos territorios la soberanía española para someterlos a la jurisdicción cristiana.

Por el heroísmo allí desplegado y las penalidades sufridas, la historia tenía suficiente aliciente para tentar a un escritor. Sorprende, no obstante, que Garcilaso lo eligiese, él que desconocía en absoluto aquel territorio y poseía en cambio tan directa información de su país natal, como mostraría después. El mismo Garcilaso se adelantó a explicarlo: la empresa de Soto le fue referida tan repetidamente por uno de sus participantes, que decidió exponerla por escrito, para lo que usó, además, de datos aportados por otros dos testigos. Lo hizo con bastante extensión (un libro por cada año) y mostró, sobre todo, sus dotes literarias acertando a reflejar la trágica belleza de aquel heroico intento.

El título más célebre de Garcilaso, sin embargo, fueron los Comentarios reales. La primera parte de esta obra se publicó en la ciudad de Lisboa en 1609 y la segunda, que llevó el título puesto por los editores de Historia general del Perú, fue editada póstumamente en Córdoba (1617). Los Comentarios del Inca son una mezcla de autobiografía, reivindicación de su glorioso linaje e intento de dar una visión histórica del Imperio Incaico, cuya conquista por parte de los españoles había sido uno de los hitos del proceso colonizador que siguió al descubrimiento de América.

Garcilaso de la Vega, el Inca y una de sus obras más notables. Foto tomada de Internet

Esta conjunción de argumentos de diverso interés ha originado una larga polémica acerca de la verosimilitud histórica de los datos aportados por el Inca Garcilaso en sus escritos, cuyas fuentes abarcan desde los recuerdos personales hasta las crónicas de Pedro Cieza de León, Agustín de Zárate y José de Acosta. En cambio, desde el punto de vista meramente literario, su prosa está considerada como una de las más elevadas manifestaciones de la lengua castellana y como una referencia inexcusable en la formación de una tradición literaria latinoamericana.

La primera parte de los Comentarios Reales (1609) aborda la historia y la cultura de los incas, enalteciendo que el Cuzco fue “otra Roma”, rebatiendo a quienes trataban de “bárbaros” a los indígenas peruanos. Su visión providencialista distingue un tiempo salvaje, anterior a la misión civilizadora de los incas; con éstos, en cambio, se instaló una etapa de alta civilización, a la cual los españoles debían perfeccionar con la evangelización, igual que Roma fue cristianizada en el Viejo Mundo.

La segunda parte (la Historia General del Perú) enfoca la conquista, vista como gesta épica; el problema es que la conquista debió culminar en la cristianización del Perú, pero “la labor del demonio” azuzó los pecados capitales de los españoles, conduciéndolos a las guerras civiles, a la destrucción de sabias instituciones incaicas y a la política toledana adversa a indios y mestizos.

Artísticamente, el Inca Garcilaso de la Vega combinó hábilmente recursos de la epopeya, la utopía (género platónico de gran cultivo entre humanistas) y la tragedia. Epopeya y utopía se ligan y refuerzan hasta la mitad de La Florida y los Comentarios, anunciándose entonces la tragedia que termina precipitándose conforme se acerca el final de ambas crónicas. A pesar de esos finales desastrados, Garcilaso mira esperanzado el futuro, como claramente se manifiesta en la dedicatoria de la segunda parte de los Comentarios.

Escritos a partir de sus propios recuerdos de infancia y juventud, de contactos epistolares y visitas a personajes destacados del virreinato del Perú, los Comentarios Reales constituyen, pese a los problemas de sus fuentes orales y escritas y a las incongruencias de muchas fechas, uno de los intentos más logrados, tanto conceptual como estilísticamente, de salvaguardar la memoria de las tradiciones de la civilización andina. Por esta razón es considerada su obra maestra y se la ha reconocido como el punto de partida de la literatura hispanoamericana.

Se lo considera como el primer mestizo cultural de América que supo asumir y conciliar sus dos herencias culturales: la inca y la española, alcanzando al mismo tiempo gran renombre intelectual. ​ Se lo conoce también como el “príncipe de los escritores del Nuevo Mundo”, pues su obra literaria, que se ubica en el período del Renacimiento, se destaca por un gran dominio y manejo del idioma castellano

Miguel de Cervantes y Saavedra (1547-1616) Nació en Alcalá de Henares, ciudad al noroeste de Madrid, España. Fue el cuarto de los siete hijos, fruto del matrimonio entre Rodrigo de Cervantes, médico cirujano y Leonor de Cortinas, una dama que poseía bienes en Arganda. Por causa del oficio de su padre y de sus continuas deudas, la familia tuvo que mudarse en numerosas ocasiones a diversas ciudades. Así, dejaron Alcalá para establecerse en Valladolid, hasta asentarse en Córdoba en 1553.

A pesar de las dificultades económicas de la familia, los padres de Miguel se preocupaban por la educación de sus hijos. Miguel de Cervantes ingresó en el colegio de los jesuitas de Córdoba y fue un lector precocísimo, mientras que sus dos hermanas sabían leer, cosa muy poco usual en la época, aun en las clases altas.

Una década después, en 1566, la familia se traslada a Madrid, donde Miguel publicaría sus primeras cuatro composiciones en 1568 en una antología de poemas en alabanza de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, fallecida ese mismo año. El editor del libro, Juan López de Hoyos se refiere a Cervantes como “nuestro caro y amado alumno”, por lo que se supone que Cervantes inició en esta época algunos estudios posiblemente universitarios, aunque no se sabe con certeza la naturaleza de éstos ni si los llegó a terminar.

Cuando cumplió veinte años, abandonó su país para abrirse camino en Roma, ciudad donde estuvo al servicio del cardenal Acquaviva. Recorrió Italia, se enroló en la Armada española, y en 1571, participó en la batalla de Lepanto. Fue en esta batalla, donde perdió el movimiento del brazo izquierdo, por lo que fue llamado el Manco de Lepanto, a pesar de ello siguió combatiendo en batallas posteriores como Túnez o Corfú.

Mientras regresaba a España, en el año 1575, fue apresado por los corsarios y trasladado a Argel, donde sufrió cinco años de cautiverio (1575-1580). Le liberaron gracias al rescate pagado por el fraile trinitario fray Juan Gil. El 27 de octubre llega a las costas españolas y desembarca en Denia (Alicante). Su cautiverio duró cinco años y un mes.

Partió hacia Madrid y a su llegada, se encontró a su familia en la ruina. En septiembre de 1584 viajó a Esquivias, donde conoció a una joven de diecinueve años llamada Catalina de Salazar y Palacios de la que se enamoró, casándose ese mismo año. Pronto dejó en Esquivias a su mujer para buscarse la vida por otros lugares de España. Catalina liquidó la herencia materna en provecho de sus hermanos y le acompañó a Valladolid. Ya no se volvieron a separar hasta su muerte.

Publicó su primera novela La Galatea (1585) y luchó, sin éxito, por destacar en el teatro. Sin medios para vivir, marchó a Sevilla como comisario de abastos para la Armada Invencible y recaudador de impuestos. Es allí donde le encarcelaron por irregularidades en sus cuentas. Tras su puesta en libertad se trasladó a Valladolid.

De nuevo fue encarcelado a causa de la muerte de un hombre delante de su casa. En 1606 regresó con la Corte a Madrid. Vivió con apuros económicos y se entregó a la creación literaria.

Entre 1590 y 1612 escribió una serie de novelas cortas que, después del reconocimiento obtenido con la primera parte del Quijote en 1605, acabaría reuniendo en 1613 en la colección de Novelas ejemplares. Esta colección se inicia con La gitanilla, fantasía poética creada en torno a la figura de Preciosa y la relación entre la gitanilla y un joven capaz de renunciar a su alcurnia por amor. En contraste con tan embellecido marco sigue El amante liberal, novela bizantina de amor y aventuras, con las adversidades que Ricardo y Leonisa han de superar antes de su matrimonio.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha

Se cree que la obra que lo consagraría, la comenzó a escribir mientras se encontraba en la cárcel a finales del siglo XVI. En el verano de 1604 estaba terminada la primera parte, que apareció publicada a comienzos de 1605 con el título de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha; tuvo un éxito inmediato.

Miguel de Cervantes y Saavedra y su novela más famosa. Foto tomada de Internet

En 1614 aparecía en Tarragona la continuación apócrifa escrita por alguien oculto en el seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda, quien acumuló en el prólogo insultos contra Cervantes. Por entonces este llevaba muy avanzada la segunda parte de su inmortal novela. La terminó muy pronto, acuciado por el robo literario y por las injurias recibidas. Por ello, a partir del capítulo 59, no perdió ocasión de ridiculizar al falso Quijote y de asegurar la autenticidad de los verdaderos don Quijote y Sancho.

Esta segunda parte apareció en 1615 con el título de El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha. En 1617 las dos partes se publicaron juntas en Barcelona. Y desde entonces el Quijote se convirtió en uno de los libros más editados del mundo y, con el tiempo, traducido a todas las lenguas.

Cervantes afirmó varias veces que su primera intención era mostrar a los lectores de la época los disparates de las novelas de caballerías. En efecto, el Quijote ofrece una parodia de las disparatadas invenciones de tales obras. Pero significa mucho más que una invectiva contra los libros de caballerías.

En sus últimos años publicó además de las Novelas ejemplares (1613), el Viaje al Parnaso (1614) y Ocho comedias y ocho entremeses (1615). El triunfo literario no lo libró de sus penurias económicas.

En 1616, a punto de terminar la novela Los trabajos de Persiles y Segismunda, enfermó de hidropesía. El 18 del mismo mes recibió los últimos sacramentos y el 19 redactó, “puesto ya el pie en el estribo“, su último escrito: la dedicatoria del Persiles. Miguel de Cervantes Saavedra falleció el 23 de abril de 1616 en Madrid. En 2002, su novela fue votada como la mejor de la historia en una votación en la que participaron 100 escritores de 54 nacionalidades diferentes.

William Shakespeare (1564-1616) nació en la localidad inglesa de Stratford-upon-Avon, no muy lejos de Londres, y fue el tercero de ocho hermanos e hijo de un comerciante de cuero llamado John y de su esposa Mary Arden hija a su vez de un terrateniente católico.

Desde pequeño William se interesó por el estudio de las humanidades (la historia, el griego, el latín, la poesía…) en la escuela local, aunque finalmente nunca llegó a terminar sus estudios ni llegó a la universidad, pues tuvo que convertirse en aprendiz de carnicero para ayudar a su familia a seguir adelante.

Esto hizo también que Shakespeare contrajera matrimonio muy pronto, con tan solo 18 años, casándose con la hija de un granjero llamada Anne Hathaway en el año 1582, con la que tendría tres hijos.

Seis años después, en 1588, Shakespeare se trasladaría con su familia a Londres, donde comenzaría con su carrera como escritor, poeta y también actor. Y es que el teatro era una de sus pasiones, animándose incluso a escribir enseguida sus propias obras de teatro y a interpretar papeles protagonistas sobre las tablas del escenario.

Pronto sus obras y sus actuaciones se fueron haciendo muy populares en Londres, destacando obras como Romeo y Julieta, El sueño de una noche de verano, El mercader de Venecia o La fierecilla domada. También escribió obras importantes en las que abordaba personajes históricos ingleses destacados, algunos ante los que incluso actuó, como la reina Isabel I.

Obras que le hicieron ganar mucho dinero, al igual que sus inversiones en el teatro, amasando una auténtica fortuna, lo que hizo que su familia pudiese vivir mucho más desahogadamente. Aunque la mayoría de sus mejores obras fueron escritas ya en la última parte de su carrera, con títulos como Otelo, Macbeth o Hamlet.

William Shakespeare y algunas de sus principales obras. Foto tomada de Internet

Además de 37 obras de teatro, a lo largo de su vida Shakespeare también escribió otros géneros importantes como los poemas, incluyendo muchas obras que hoy se consideran perdidas, y llegando a publicar en el año 1609 un libro de 154 sonetos.

El Bardo de Avon, fallecería el 23 de abril del año 1616 en su localidad natal, aunque la causa es todavía hoy un misterio y existen varias teorías sobre lo que pudo ocasionarle a sus 52 años. Lo único que está claro es que Shakespeare, autor de comedias y de algunos de los dramas más profundos y complejos de la literatura, retrató las distintas caras de la naturaleza humana, así como los límites de la conciencia, sigue siendo considerado hoy en día como el mejor escritor en lengua inglesa de la historia y uno de los mejores del mundo.

Pero no solo sus representaciones de los caracteres humanos hicieron de Shakespeare un autor universal, sino también su capacidad para renovar la lengua inglesa. El poeta empleó “más de 21 000 palabras diferentes” en sus obras, con “casi 1800 nuevos cuños, muchos de los cuales se usan hoy”.

Por esta razón, la UNESCO desde 1995 decidió rendir homenaje a estas ilustres figuras de la literatura en una fecha que busca resaltar la importancia del idioma, el lenguaje y la escritura como patrimonio de nuestra identidad.



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