El libro egipcio es el primero que utiliza la tinta y una materia ligera, el papiro. De esta planta se extraían unas fibras que se prensaban y después se disponían formando una especie de tejido sobre el que se escribía. Los papiros se pegaban unos a otros y se guardaban enrollados formando volúmenes, los rollos de papiro solían tener unos 30 cm de alto y una media de 5 ó 6 m de largo. Los volúmenes se guardaban en estuches de cuero y estos en cajas de madera y ánforas.
Los egipcios llamaban a las bibliotecas “Casas de la Vida” o Per Anj, y se situaban en los templos y palacios reales. Su objetivo principal era la conservación y creación del conocimiento egipcio, tanto el científico como el religioso.
Entre las bibliotecas egipcias más notables se encontraban las de Karnak en Tebas, aunque investigaciones recientes han dado a conocer otras bibliotecas que fueron famosas, como la de Tell El-Amarna, ciudad egipcia del segundo milenio a. C. En el templo de Horus, se evidencia una biblioteca en un templo con inscripciones que se relacionan 37 títulos donados por el faraón. “La biblioteca”, y el catalogo de los rollos de papiro esta escrito en las paredes exteriores. Sin embargo, no se ha descubierto ninguna de estas “Casas de la Vida” ni los materiales que albergaban debido a su escasa resistencia a los agentes físicos.
Los códigos para producir e interpretar signos eran considerados casi un misterio al alcance de muy pocos. Los encargados de descifrar, ordenar y proteger los textos inscritos en tablillas y papiros recibían una formación rigurosa: desde muy jóvenes debían aprender varias lenguas y los tres sistemas de escritura (jeroglífico, demótico y hierático), historia y los rudimentos de la religión. El dominio del conocimiento permitía a este reducido número de “especialistas”, ocupar un puesto clave en la sociedad.
A través de este acceso restringido, se ejercía un control social muy estricto. Tendrán que pasar bastantes años para que el acceso a la lectura y al libro se convierta en algo generalizado, al servicio de la alfabetización básica de amplias capas de la población. Vemos pues, que controlar la cultura en general (y el libro en particular, sea cual fuere su soporte) ha estado entre las principales preocupaciones de las élites desde el principio de los tiempos.