Y con el verano… nada mejor que un abanico

Durante los meses calurosos del año es frecuente ver a mujeres y hombres utilizar abanicos de variadas  formas y colores, como utensilio para ahuyentar el calor y tratar de estar más frescos.

Su nombre proviene del latín vannus y del verbo portugués abanar (que significa aventar), es de donde surge el diminutivo abanico, término no utilizado en español hasta el siglo XVI.

Sin embargo a lo largo de la historia no siempre ha sido esa su función…

Desde la Antiguedad

Su origen no se conoce con exactitud, pero se cree que ya en la prehistoria existía, siendo utilizadas con este fin las grandes hojas de plantas.

Fresco egipcio con imagen de abanico, foto tomada de Internet
Fresco egipcio con imagen de abanico, foto tomada de Internet

 

En  Egipto, no se veía como un mero accesorio de la vestimenta tradicional; era considerado como un símbolo de alta posición social y sobre todo de las personas con un gran poder. Su empleo estaba restringido para casi todos, excepto el faraón y su familia más directa, solo en ocasiones especiales.

 

 

Mientras, en Grecia las sacerdotisas agitaban enormes abanicos para preservar los alimentos sagrados y que se conservaran frescos por más tiempos .

Figura sosteniendo un abanico, ánfora griega, período clásico. Foto tomada de Internet
Figura sosteniendo un abanico, ánfora griega, período clásico. Foto tomada de Internet

El Imperio Romano no se quedó atrás en el uso del abanico. Muchos emperadores  contaban con un numeroso grupo de esclavos que siempre  precedían a dónde quiera que fuesen, equipados con grandes abanicos para sofocar el calor y espantar los insectos. Se conoce que el iniciador de esta costumbre fue el emperador Augusto. Asimismo, las matronas romanas tenían a su disposición unos esclavos cuya función principal era abanicarlas en el gineceo.

En Asia eran considerandos signo de distinción y autoridad, en China tanto las mujeres como los hombres empleaban el abanico; era frecuente portar en la mano un pequeño estuche con su abanico en el interior. Cuando realizaban visitas a las casas de familiares o amigos, siempre lo llevaban consigo.

Los japoneses empleaban el abanico para saludar, y sobre él colocaban regalos que hacían a sus familiares y conocidos. Los mejores alumnos de las escuelas eran recompensados con un bonito abanico decorado. Si tenían que acudir a espectáculos, bailes o cualquier acontecimiento social, no acudían sin él. Tan importante era, que la mujer japonesa prácticamente se sentía desnuda si no llevaba consigo su abanico. Hasta los presos condenados a muerte, antes de su ejecución, recibían uno.

Edad Media, Renacimiento y Edad Moderna

La Iglesia católica en la Edad Media, hizo suya la costumbre heredada de los romanos para aplicarla durante la liturgia cristiana utilizando estos instrumentos para proteger la Eucaristía de insectos y al oficiante del calor. En la Europa medieval hay constancia de la aparición de maestros abaniqueros que producían verdaderas obras de arte utilizando metales nobles, maderas preciosas y finas plumas de aves, llegando a constituír un comercio muy lucrativo.

Con el Renacimiento, no solo no cayeron en desuso, sino que se popularizaron todavía más. Durante los siglos XVI y XVII su empleo era habitual e indispensable; la reina Isabel I de Inglaterra adoctrinaba a sus doncellas de la siguiente manera: “Una reina sólo puede aceptar un regalo: el abanico”, pues cualquier otro objeto era desmerecido. La denominada “Reina Virgen” siempre portaba un abanico colgando de una cadena de oro a la altura de su cintura.

La dama del abanico, obra del pintor renacentista español Alonso Sánchez Coello. Foto tomada de Internet
La dama del abanico, obra del pintor renacentista español Alonso Sánchez Coello. Foto tomada de Internet

Su verdadera época de esplendor, como protagonista de escenas galantes, aconteció durante los reinados de Catalina de Médicis, Luis XIV, El rey Sol y Luis XV; los dos primeros fueron grandes aficionados a los abanicos, Luis XIV llegó a decir: “No se concibe el cortejo, ni el amor sin su presencia” Para cualquier gran señora de aquellos tiempos, el abanico era el complemento indispensable a su vestuario.

El siglo XVIII fue el siglo de la consagración y el triunfo del abanico. En Europa se fabricaban abanicos para todo tipo de usos imaginables. Los había para los lutos, las bodas; para usar en el salón o el jardín. También se encontraban los impregnados en perfume que al abanicarse desprendían su fragancia y servían para los largos paseos del verano.

Un seductor lenguaje…

Los abanicos desempeñaron un papel muy importante en la historia del coqueteo. “El lenguaje del abanico“, comenzó a popularizarse  en los tiempos de la dinastía Tudor en  Inglaterra, hasta alcanzar su consagración definitiva entre las damas inglesas de clase media-alta durante el siglo XIX.

 Muchacha con abanico, obra del pintor impresionista Pierre Renoir. Foto tomada de Internet
Muchacha con abanico, obra del pintor impresionista Pierre Renoir. Foto tomada de Internet

El lenguaje, es amplísimo y puede variar en función del país y la época, aquí una breve muestra del mismo:

  • Abanicarse despacio significa falta de interés o indiferencia hacia el galán
  • Apoyar los labios en el borde del abanico se traduce como desconfianza o incredulidad
  • Apartarse el pelo de la frente con él quiere decir “no me olvides”.
  • Pasar delicadamente el dedo índice por el borde de las varillas es lo mismo que decir “tenemos que hablar”.
  • Abanicarse rápidamente: “Te amo intensamente”.

Al amparo de un abanico se hacían confidencias y también era posible utilizarlo para dar ánimos a un pretendiente tímido. Una dama que se preciara no llevaba dos veces el mismo abanico a una fiesta.

Debido al arraigo y empleo del abanico, se creó a su alrededor toda una serie de creencias y supersticiones. Se creía que si se dejaba abierto traía mala suerte, algo muy extendido en casi todos los países.

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