Niños leyendos cuentos. Foto tomada de Internet

Historia de la Literatura Infantil: Siglo XIX, El descubrimiento del niño

En la primera mitad del siglo XIX, el romanticismo y su exaltación del individuo favorecieron el auge de la fantasía, poniendo al alcance de los niños un mundo mágico poblado de duendes, hadas, fantasmas y brujas inspirados en la tradición popular. Numerosos autores buscaron en esta literatura su fuente de inspiración y rastrearon en los lugares más remotos de sus respectivos países antiguas leyendas que recuperaron para los niños. Así surgieron a principios de este siglo grandes escritores que se convertirían con el paso de los años en clásicos de la literatura infantil.

De esta época datan dos íconos de la literatura infantil: los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm de Alemania y el danés Hans Christian Andersen. Aunque los Hermanos Grimm no pensaban en los niños como destinatarios de esta recopilación, lo que ellos pretendían era la búsqueda del pasado y la identidad germana, en un sentido filológico. Popularizaron muchos de los personajes más famosos hoy en día gracias a sus Cuentos para la infancia y el hogar (1812-1815). 

Los hermanos Grimm. Foto tomada de Internet
Portada de los Cuentos de los Hermanos Grimm, mediados del siglo XIX. Foto tomada de Internet

La aportación de Andersen no fue menos trascendente; sus Cuentos para niños (1835), caracterizada por la sensibilidad a la hora de esculpir a personajes tan dispares como La sirenita y El patito feo, conjugan calidad literaria y sensibilidad para tratar los sentimientos de sus personajes.

El inglés Edward Lear (1812-1888), iniciador del nonsense o literatura del absurdo, fue uno de los primeros autores en apreciar la imaginación de los niños y su capacidad de pasar de la realidad a la fantasía sin ninguna dificultad. En 1846 escribió The Book of Nonsense que le dio a conocer y provocó cierto escándalo en los círculos ilustrados; y  en 1871, publicó More Nonsense.

Muchos expertos consideran que Lewis Carrol (1832-1897) logró la perfecta combinación entre fantasía y humor con  Alicia en el país de las maravillas (1865) y atribuyen la popularidad de esta obra a la profunda percepción psicológica unida a la lógica que late bajo la fantasía y, que sólo un matemático como Carrol,  pudo utilizar de forma tan atractiva.

Portada original de Alicia en el país de las maravillas. Foto tomada de Internet

Oscar Wilde (1854-1900) continuó la tradición romántica de los cuentos de hadas con sus obras El príncipe feliz, El gigante egoísta y El ruiseñor y la rosa, entre otras. Los cuentos de Wilde están considerados una lección de vida, como por ejemplo: el amor al prójimo, la justicia, a ser leales, la importancia de la dignidad humana, y entre otras saber que la base de todo es el AMOR.

En la segunda mitad del siglo XIX se afianzó la novela de viajes y aventuras con la publicación de las novelas científicas de Julio Verne que se adelantaban al futuro: De la Tierra a la Luna, Veinte mil leguas de viaje submarino o El castillo de los Cárpatos. Títulos que de ninguna manera fueron escritos para los niños, y que, sin embargo, hoy día son considerados como grandes clásicos de la literatura infantil-juvenil.

Mientras que los ingleses Robert Louis Stevenson (1850-1894) y Rudyard Kipling (1865-1936) sentaron las bases para la literatura infantil de aventuras con dos títulos imprescindibles: La Isla del tesoro (1883) y El libro de las tierras vírgenes (1894). 

La novela de Stevenson publicada originalmente por entregas en la revista infantil Young Folks, entre 1881 y 1882 con el título de The Sea Cook, or Treasure Island, narra las peripecias del adolescente Jim Hawkins, que junto a el capitán Smollet, Long John Silver y los tripulantes de la “Española” se embarcan en la búsqueda de un tesoro. Estas páginas representan en estado puro la novela de aventuras en la cual la busca mítica de un objeto preciado actúa como móvil para la huida hacia escenarios exóticos donde expandir la propia libertad. La novela adopta un tono crítico y una reflexión moral del protagonista hacia el dinero y la ambición. Este autor también escribió poesías para la infancia que reunió en el libro Jardín de versos para niños (1885). 

Robert Louis Stevenson. Foto tomada de Internet

El Libro de las tierras vírgenes está inspirado en lo que hoy se conoce como el Parque Natural de Kanha, en la India. Es un conjunto de relatos en el que Kipling narra los momentos decisivos en la vida de Mowgli (vocablo que significa rana) el “cachorro humano” criado por los lobos en la espesura de la selva. Junto el aprendizaje de Mowgli, están las canciones de la selva, palabras mágicas y la inquebrantable “Ley de la Selva que rige a todos los seres de la misma”. La Ley es tan vasta y poderosa por su presencia invisible, omnipresente y vital que es tal como un personaje más, uno místico y rector de todos los seres. Detrás de lo maravilloso del libro, Rudyard Kipling dotó al texto de relatos tan elaborados y profundos, tan humanos y desgarradores.

Rudyard Kipling. Foto tomada de Internet
Portada original de El libro de las tierras vírgenes. Foto tomada de Internet

Los españoles Fernán Caballero, pseudónimo con el que firmaba Cecilia Böhl de Faber (1796-1877) y Luis Coloma Roldán (1851-1915), conocido como el Padre Coloma, se dedicaron a recoger del folclore popular leyendas y cuentos, tal como hicieron los hermanos Grimm. La obra más conocida de Caballero es Cuentos, oraciones, adivinanzas y refranes populares e infantiles; mientras que el Padre Coloma, en Lecturas recreativas (1884), presenta personajes como Ajajú, Periquillo sin miedo y El Ratoncito Pérez, cuentos simpáticos pero con un carácter moralizador.

El estadounidense Mark Twain nos regala dos personajes inolvidables Tom Sawyer y Huckleberry Finn, niños corrientes, que se alejan mucho de la imagen de modelo que preconizaba la literatura infantil hasta ese momento (Las aventuras de Tom Sawyer, 1876, Las aventuras de Huckleberry Finn, 1882). Con un estilo popular, lleno de humor, Mark Twain contrapone en estas obras el mundo idealizado de la infancia, inocente y a la vez pícaro, con una concepción desencantada del hombre adulto.

Primer capítulo de la obra. Foto tomada de Internet

Otro de los grandes protagonistas de la literatura infantil universal, aparece en Italia: Pinocho (1883), como símbolo de la evolución hacia la toma de conciencia por parte del niño, obra con la que su autor, Carlo Collodi (1826-1890), se adelantó a  las nuevas tendencias de la literatura infantil del Siglo XX. La importancia y trascendencia de Pinocho para la literatura infantil consiste en que su autor fue el primero en escribir conscientemente para niños, pensando en su psicología, costumbres, lenguaje, recurriendo incluso a bromas y chistes escatológicos que siempre han sido muy del gusto infantil.

Carlo Collodi. Foto tomada de Internet
Revista infantil en la que que se publicó por primera vez Las aventuras de Pinocho. Foto tomada de Internet

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