Antonio Maceo Grajales. Foto tomada de Internet

Antonio Maceo: Semblanza de un héroe

Si habláis de la Patria, del dolor y el denuedo

de la marcha con hambre y del camino áspero y torvo

de la gloria en la herida y de la gloria en la sangre

del largo y cruento batallar sin reposo,

de en mil batallas veintisiete heridas cual veintisiete surcos

¡Tenéis que hablar del General Antonio!”.

Manuel Navarro Luna (fragmentos)

Antonio Maceo Grajales, el “Titán de bronce“, Mayor General y segundo jefe del Ejército Libertador cubano, guerrero incansable en más de 600 acciones combativas, entre ellas unas 200 de gran envergadura, y con 27 cicatrices de guerra en su cuerpo, es un símbolo de la resistencia a la opresión y de la aspiración del pueblo cubano a la libertad.

La forja de un héroe

Nació el 14 de junio de 1845 en Santiago de Cuba. Hijo mayor del matrimonio conformado por Mariana Grajales Coello y Marcos Maceo

Sus padres, pequeños terratenientes, se ocupan de su educación y le ofrecen cursos privados. Le inculcan, tanto a él como a todos sus hermanos: amor filial, trabajo, pulcritud en el vestir y el pensar, cortesía, respeto a los mayores, honestidad, solidaridad, valentía, tenacidad y patriotismo. Muy joven, aprende a manejar las armas de manos de su padre. Su padrino Ascencio de Acencio y Ayllón, abogado de prestigio y conspirador por la independencia lo ayuda a integrarse en algunos círculos sociales, particularmente en la Logia Oriente. En 1866 el joven Antonio contrae matrimonio con María Cabrales Fernández.

Con solo 23 años se une a la gesta independentista cubana en 1868. Realiza su bautismo de fuego el 12 de octubre,  dos días después del comienzo de la Guerra Grande. El arrojo demostrado en el campo de batalla, además de su  liderazgo natural y entusiasmo, le permiten ascender al grado de sargento. Durante  el curso de la guerra, alcanzó los más altos  grados militares, destacándose por su valor y como hábil estratega. En 1877 es investido con el grado supremo de Mayor General. Ese mismo año, Maceo se opone al intento de sedición de Santa Rita reafirmando su pensamiento político de  respeto y subordinación a la Revolución.

Al Pacto del Zanjón, firmado el 10 de febrero de 1878, que proponía entregar las armas para alcanzar una paz sin independencia, Maceo  opone firmemente su Protesta de Baraguá, el 15 de marzo de 1878. La insumisión de Baraguá queda hoy día como el símbolo por excelencia de las aspiraciones del pueblo cubano a la libertad, a la dignidad y a la independencia.

Interviene en los proyectos revolucionarios de inicios de los 80, etapa conocida como Tregua Fecunda o Reposo Turbulento: La Guerra Chiquita, que fracasa por razones de carácter subjetivo y el Plan Gómez/Maceo, que fracasó por faltas de condiciones objetivas. En 1888 Antonio Maceo escribe a José Martí acerca de su disposición a contribuir a la “guerra necesaria” que empezaría en 1895.  

En enero de 1890 Maceo recibe autorización para regresar a Cuba para resolver temas personales.  Poco tiempo después, las autoridades coloniales lo expulsan, implicado en el proyecto “Paz del Manganeso” destinado a desatar una sublevación. Se instala en Costa Rica a partir de 1891,  estableciendo allí una colonia agrícola llamada Nicoya, la cual acoge a todos los patriotas cubanos.  En 1893 comienza a colaborar con José Martí. El 1 de abril de 1895,  desembarca en Duaba, zona oriental de Baracoa junto a varios patriotas.

El 5 de mayo de 1895 Antonio Maceo vuelve a reunirse con José Martí y Máximo Gómez en un encuentro histórico en La Mejorana. Las tres principales figuras de la Guerra de Independencia establecen juntas la estrategia de combate. Maceo se encarga del mando en la provincia oriental. Crea la División n°1 que dirige su hermano José y echa las bases de la División n°2 poco tiempo después. Maceo y sus hombres consiguen importantes victorias en Jobito, Sagua de Tánamo, Aguas Claras, Jiguaní, entre otras. No dan tregua a los soldados españoles e incluso atacan los trenes que hacen la conexión entre Caimanera y Guantánamo.

El 16 septiembre de 1895 la Asamblea Constituyente de Jimaguayú lo nombra Lugarteniente General del ejército libertador, convirtiéndose en el segundo jefe militar después del general en jefe Máximo Gómez. Todos los generales están bajo sus órdenes. Gómez decide extender la guerra, hasta entonces confinada al Este de Cuba, a toda la isla y emprender la invasión de la parte occidental del territorio.

La Invasión

En octubre de 1895 Maceo lanza la ofensiva con sus hombres desde Mangos de Baraguá, como Lugarteniente General  del ejército invasor. Su misión es hacer que la guerra sea insoportable para la Corona española, tanto desde un punto de vista económico como humano. En diciembre de 1895 Maceo vuelve a reunirse con Máximo Gómez para lanzar la ofensiva sobre la zona de Las Villas.

El 1 de enero de 1896, acuerdan dividir la  columna invasora, completando Antonio Maceo la invasión a vueltabajo.

El 22 de enero de 1896 las tropas de Maceo llegan a Mantua, punto culminante de la invasión, tras un periplo de tres meses exactamente desde la salida de Mangos de Baraguá. Che Guevara, quien emularía la misma gesta 52 años más tarde a la cabeza de la columna Ciro Redondo, durante la ofensiva final contra la dictadura de Fulgencio Batista, expresaría su admiración hacia Maceo: “Para hacer esto […], se necesitaba un inmenso poder de organización, una inmensa fe en la victoria y en la capacidad de lucha de sus hombres, y un poder de mando extraordinario para ejercerlo día a día, durante años de lucha, en condiciones extremadamente difíciles”.

El optimismo y la abnegación, que son características de la personalidad de Maceo, le permiten hacer frente a la adversidad. En una declaración al diario The Star de Washington en enero de 1896, declara que: “El ejército cubano está lleno de entusiasmo”. Expresa varias veces su fe en la victoria final: “El triunfo de nuestra causa lo siento en mi propio ser, inveterado en la sangre, si desconfiara, moriría en el acto mismo que abrigara esas dudas”. […] “Yo me siento cada vez más animado y dispuesto a resistir contra la naturaleza y los hombres que se opongan a la realización de nuestros fines políticos. Venceré”.

En un correo al patriota José Dolores Poyo, Maceo le hace partícipe de su optimismo: “Cuba está conquistando su independencia con el brazo y el corazón de sus hijos; libre será en breve plazo sin que haya menester otra ayuda”. En noviembre de 1896 expresa su resolución al periodista estadounidense Clarence King: “Tantas dificultades y embates no arredran, sin embargo, a nuestro sufrido ejército: avivan más bien su heroísmo y le infunden mayor fe, si cabe, en el definitivo triunfo de nuestras armas”.

En marzo de 1896 Maceo lanza una nueva campaña militar en la región de Pinar del Río y debe enfrentar la llegada del nuevo capitán general español, Valeriano Weyler, a la cabeza de 20.000 hombres. Éste es famoso por su crueldad y su política genocida de concentración de las poblaciones con el objetivo de cortar todo vínculo entre los habitantes y los revolucionarios. Cerca del 30 % de los campesinos cubanos perderían la vida en los campos de concentración creados en las ciudades, particularmente en la zona occidental. Estas prácticas suscitan la indignación de Maceo que denuncia, en una misiva del 21 de abril de 1896 al diario estadounidense World, “la carnicería de gente indefensa” e “inocentes familias que asesinan diariamente”.

Antiimperialismo

Estados Unidos, opuesto a la independencia de Cuba, sólo espera la oportunidad ideal para intervenir y apoderarse de la “fruta madura”. Maceo es consciente de esta realidad. En una misiva del 14 de abril de 1896 a Tomás Estrada Palma, entonces delegado del Partido Revolucionario Cubano, rechaza toda idea de intromisión extranjera en la guerra de liberación de Cuba: “No necesitamos de tal intervención para triunfar”. En julio de 1896 Maceo escribe un correo al coronel Federico Pérez Carbó en el cual menciona otra vez el peligro que representan para la independencia de Cuba las veleidades expansionistas de Washington: “De España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin su ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso”.

En otro correo al revolucionario Alberto Díaz reitera su advertencia: “No me parece cosa de tanta importancia el reconocimiento de nuestra beligerancia [por Estados Unidos] ni tan provechosa al porvenir de Cuba la intervención americana como suponen la generalidad de nuestros compatriotas. Creo más bien que en el esfuerzo de los cubanos que trabajamos por la patria independiente, se encierra el secreto de nuestro definitivo triunfo, que solo traerá aparejada la felicidad del país si se alcanza sin aquella intervención”.

Internacionalista

Maceo es un convencido internacionalista, solidario con toda América Latina. En un correo al patriota cubano Anselmo Valdés del 6 de junio de 1884, le hace partícipe de su intención de luchar por la independencia de Puerto Rico: “Cuando Cuba sea independiente, solicitaré al Gobierno que se constituya permiso para hacer la libertad de Puerto Rico, pues no me gustaría entregar la espada dejando esclava esa porción de América”. Compartía el ideal humanista de José Martí para “la independencia absoluta  de Cuba, no como fin único, sino como condición indispensable para otros fines ulteriores más conformes con el ideal de la vida moderna […] con la lealtad del ciudadano que se debe a la patria y con la honradez y pureza de motivos del hombre, que ante a todo se debe a la humanidad”.

Últimos Meses

Tras tomar el control del territorio, el Titán de Bronce decide regresar a La Habana para proseguir los combates, con Gómez y el General de Brigada Quintín Bandera, frente al enemigo que opone una feroz resistencia. No obstante, en un correo de junio de 1896 a Gómez, Maceo denuncia la incuria del Gobierno Revolucionario que ha abandonado a los patriotas a su suerte: “Hasta ahora no he recibido ningún recurso, absolutamente ninguno; estoy haciendo la guerra con lo que he quitado al enemigo en distintas ocasiones […] Pues como usted sabe, solo en este Departamento [La Habana] tengo encima la mayor parte del ejército español, esta provincia, que he defendido palmo a palmo contra un enemigo numeroso, fuerte y bien dirigido por sus principales jefes”.

En otro cambio epistolar con el patriota Federico Pérez Carbó, de julio de 1896, Maceo hace partícipe de su amargura: “Parece que ni el Delegado ni el Gobierno han tenido en cuenta la importancia de la invasión, para favorecerme a tiempo; pero sí lo han hecho con los hijos mimados de la fortuna, con los cuales siguen los privilegios y desaciertos preparando disgustos. Yo he llegado a tener en Las Villas y aquí una persecución de 75.000 soldados con los mejores jefes del ejército enemigo. Aquí no hay un palmo de tierra que no esté bañado con sangre cubana y española. Ni la campaña del 71 fue para mí más ruda”.

En otra misiva escrita el mismo mes a José M. Rodríguez, Maceo denuncia otra vez la actitud del Gobierno: “A no ser tanto valor, abnegación y pericia demostrados por cada hombre de las fuerzas de este departamento, la Revolución hubiera fracasado aquí, mientras que los señores del Gobierno veían desde la barrera, con impasible indiferencia, el sacrificio que hacía este ejército sin socorros y sin otro auxilio que su propio esfuerzo, para salvarse del naufragio que constantemente le amenazó […]. ¿De esta clase de elementos se compone nuestro Gobierno […]?; ni el patriotismo les indujo a prestar apoyo inmediato a sus hermanos de acá, que sucumbían como héroes […]. [Más vale cerrar] los ojos ante tantas pequeñeces y miserias, que han contribuido a que así proceda el Gobierno. De él será, ante la historia, la responsabilidad de ese hecho”.

Maceo nunca expresó ambiciones políticas personales. Estaba al servicio de una causa: “No trabajamos principalmente para nosotros por la presente generación, bien al contrario, muévenos sobre todo triunfo del derecho de todas las generaciones que se suceden en el escenario de nuestra Cuba, y no creemos nunca que por una hora de vanidad o de egoísmo se debe comprometer la felicidad de muchos”.

Frente a la conspiración de 1896, destinada a derrocar al general en jefe Máximo Gómez, que elaboran algunos elementos de la parte central y oriental de la isla, Maceo rechaza las propuestas que le hacen para sustituir al estratega dominicano y reafirma su lealtad al líder militar.

La intromisión del Consejo del Gobierno en armas en los asuntos militares obliga a Maceo a reunirse con Máximo Gómez en San Pedro en diciembre de 1896 para hacer frente a la crisis política que pone en peligro la empresa revolucionaria. Este viaje en la zona de la capital sellaría la suerte del Lugarteniente General.

El 6 de diciembre de 1896, en San Pedro, en la provincia de La Habana, las tropas españolas sorprenden a Maceo y sus hombres, quienes preparan una ofensiva sobre Marianao, un suburbio de la capital, y lanzan un ataque contra el campamento rebelde. Durante la contraofensiva del 7 de diciembre, Maceo recibe un disparo en la cabeza y muere en combate a los 51 años, con varios de sus hombres. Su ayuda de campo, Francisco Gómez Toro, hijo de Máximo Gómez, entonces con 21 años de edad, no se encontraba con él en el momento fatal. Al enterarse de la noticia, sale solo al campo de batalla para recuperar el cuerpo de su jefe y amigo, convirtiéndose en blanco fácil de las balas, cae herido y uno de los soldados españoles lo remata con un machetazo en la cabeza.

Muerte de Antonio Maceo, obra del pintor Armando García Menocal. Foto tomada de Internet

El teniente coronel Juan Delgado, jefe del Regimiento de Caballería de Santiago de las Vegas, fue quien decidió que el cuerpo sin vida del Titán de Bronce no quedara en manos del enemigo.

El teniente coronel Juan Delgado se planteó la recuperación del cuerpo de Maceo como una cuestión de vida o muerte. Expresando: “Es una vergüenza que los españoles se lleven el cadáver de Maceo. ¡Hay que rescatarlo de cualquier manera! El que sea cubano y tenga valor, que me siga”. 18 combatientes acompañaron a Juan Delgado. No sabía aun que Francisco Gómez Toro, capitán ayudante del Titán, e hijo del generalísimo Máximo Gómez había caído junto a su jefe.

Los cadáveres fueron recuperados; velados en la finca Lombillo y trasladados de inmediato a la finca La Dificultad, en la loma del Cacahual, donde Juan Delgado los confía a su tío Pedro Pérez y a los cuatro hijos de éste para que los inhumaran. Se procedió con tanta precaución y serenidad y se enmascaró tan eficazmente el lugar, que no suscitó la menor sospecha en la zona. Quedó hecho un pacto de silencio. Nadie sabría, desde ese 8 de diciembre de 1896, dónde habían sido enterrados ambos patriotas.

Posteriormente, Pedro Pérez, temeroso de que perecieran todos los guardadores del secreto, hizo contacto con Juan Delgado para que conociera el lugar del entierro. Sólo después de concluida la guerra, el 17 de septiembre de 1899, es que se exhumaron los restos.

En una misiva de condolencias a su esposa. María Cabrales, Máximo Gómez expresa su profundo dolor: “Con la desaparición de ese hombre extraordinario, pierde usted al dulce compañero de su vida, pierdo yo al más ilustre y al más bravo de mis amigos y pierde en fin el ejército libertador a la figura más excelsa de la Revolución”.

El Parque Maceo y su colosal complejo escultórico en honor al Mayor General del Ejército Libertador Antonio Maceo Grajales, fue inaugurado el 20 de mayo de 1916. Foto tomada de Internet

Durante el centenario de la “Protesta de Baraguá”, el Comandante en Jefe Fidel Castro rindió tributo a la resistencia de Maceo: “Dejó realmente a nuestro pueblo una herencia gigantesca, infinita, con esa actitud […]. Llegó a su cumbre, el espíritu patriótico y revolucionario de nuestro pueblo; y que las banderas de la patria y de la revolución, de la verdadera revolución, con independencia y con justicia social, fueron colocadas en su sitial más alto”, con Maceo.

Plaza dedicada a Maceo en Santiago de Cuba, obra del artista Alberto Lescay. Foto tomada de Internet

El Mausoleo El Cacahual

Ubicado al sur del poblado de Santiago de Las Vegas, el Mausoleo El Cacahual guarda los restos del lugarteniente general del Ejército Libertador Antonio Maceo y su ayudante, el capitán Francisco Gómez Toro (Panchito), así como los de otros patriotas cubanos.

Mausoleo El Cacahual. Foto tomada de Internet

A principios del pasado siglo, se levantó en ese sitio un monumento, el cual fue recibiendo transformaciones hasta llegar a tener su actual configuración.

Por su significación histórica a El Cacahual se le confirió la condición de Monumento Nacional, el 10 de octubre de 1978, por la Resolución 03.


 

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