José Lezama Lima. Foto tomada de Internet

José Lezama Lima: El viajero inmovil

Poeta, ensayista y novelista cubano, considerado junto a Alejo Carpentier y Dulce María Loynaz, una de las más grandes figuras que ha dado la literatura insular. 

Encuadrado en el “Boom” de la literatura hispanoamericana de los años 60, José Lezama Lima ocupó en el seno del mismo una singular posición por su insólito neobarroquismo, que tuvo su más lograda plasmación en la novela Paradiso. Por su radical novedad y fuerte influencia, la importancia de su obra es parangonable a la de los restantes protagonistas del “Boom”: Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Ernesto Sábato, Carlos Fuentes entre otros. 

Vida y Obra

José María Andrés Fernando Lezama Lima nació el 19 de diciembre de 1910 en el campamento militar de Columbia, La Habana. Era hijo de José María Lezama y Rodda, coronel de artillería, ingeniero, y de Rosa Lima y Rosado. Al año siguiente la familia se mudó la Fortaleza de la Cabaña, y en 1918 su padre se ofreció como voluntario a las tropas aliadas para combatir en la Primera Guerra Mundial, por lo que la familia viajó a Estados Unidos, al año siguiente murió y la familia se trasladó de nuevo, esta vez a casa de la abuela materna, en la Habana.

Lezama estudió en el colegio Mimó y realizó la secundaria en el Instituto de La Habana, donde se graduó de Bachiller en Ciencias y Letras en 1928. La situación económica de la familia se fue haciendo cada vez más difícil y la familia se mudó a la casa donde Lezama pasaría el resto de sus días, en Trocadero No. 162. Matricula Derecho en la Universidad de La Habana en 1929. Participó en la histórica manifestación estudiantil que dio inicio a la arreciada de la lucha contra el dictador Machado, el 30 de septiembre de 1930. Al ser clausurada la Universidad eso le permitió dedicarse con gran vigor a la lectura.

En 1935 publica por primera vez en la revista Grafos, y al año siguiente pudo reiniciar sus estudios universitarios. En 1937 fundó junto a René Villanovo en la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana, la revista Verbum, de la que salieron tres números; por esa misma época inició su estrecha relación con el poeta español Juan Ramón Jiménez. 

Doctorado en Leyes en 1938, empezó a trabajar como abogado sin dejar nunca de lado su vocación literaria. Trabajó en un bufete y después, desde 1941, en las oficinas del Consejo Superior de Defensa Social en el Castillo del Príncipe y más tarde a la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación como funcionario (1945). En toda su vida sólo abandonó la isla durante dos breves estancias en México (1949) y Jamaica (1950).

En 1939 funda otra revista, Espuela de plata (1939-1941), con la colaboración del crítico de arte Guy Pérez Cisneros y el pintor Mariano Rodríguez. En  la década del cuarenta anima dos nuevas revistas: Nadie Parecía (1942-1944), con el poeta y sacerdote español Ángel Gaztelu, que influyó enormemente en su formación espiritual y sobre todo, Orígenes (1944-1957), una de las más importantes publicaciones hispanoamericanas. 

El autor en su juventud. Foto tomada de Internet

En Orígenes se expusieron las tendencias literarias de sus fundadores y colaboradores. Los principales amigos y compañeros de ruta de Lezama por entonces fueron Cintio Vitier, Eliseo Diego, Virgilio Piñera, Gastón Baquero, Octavio Smith y el padre Gaztelu. En 1949 aparecieron en Orígenes los primeros capítulos de Paradiso, la que sería su obra maestra y una de la mejores novelas del siglo XX.

A través de esta revista en particular, Lezama Lima  devino una figura imprescindible para la juventud intelectual cubana, a la que sedujo también con su famoso don conversacional y a la que animó en la creación literaria. Muchos poetas y narradores posteriores a ese período siguen admitiendo la influencia significativa que la propuesta del maestro ha tenido en su obra.

Pero aparte de éste y otros grupos minoritarios que frecuentó en distintos períodos, la vida de José Lezama Lima nunca tuvo una gran resonancia pública, ni antes ni después de la revolución a causa de su singularidad y de una precaria salud que colaboraba a su aislamiento. 

En 1960 fue nombrado director del Departamento de Literatura y Publicaciones del Consejo Nacional de Cultura. En 1961 asistió como delegado, al Primer Congreso de Escritores y Artistas Cubanos, en el que fue elegido para ocupar una de las seis vicepresidencias de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y comenzó a trabajar en el Centro Cubano de Investigaciones Literarias, hasta 1965.

En esta etapa colaboró nuevas publicaciones: Lunes de Revolución, Cuba en la UNESCO, Revolución y Cultura, Unión, Casa de las Américas, La Gaceta de Cuba, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, Boletín del Instituto de Literatura y Lingüística, Signos, así como en las extranjeras Revista Mexicana de Literatura, El Corno Emplumado, El Pájaro Cascabel, El Heraldo Cultural, Vida Universitaria, Siempre (México); Verbo, Ínsula, Informaciones de las Artes y las Letras (España); Margen (Argentina); Imagen (Caracas); Europe, Les Lettres Nouvelles (Francia); Tri Quarterly (Estados Unidos); Ufiras (Hungría). Compiló la Antología de la poesía cubana (La Habana, Consejo Nacional de Cultura, 1965. 3v.), desde los orígenes hasta José Martí, con extenso estudio preliminar y notas. 

José Lezama Lima y su esposa María Luisa en su casa. Foto tomada de Internet

El 5 de diciembre de 1965 se casó con María Luisa Bautista. En 1966 apareció publicado Paradiso, al cabo de dos años participó como delegado en el Congreso Cultural de La Habana, donde lee su ponencia “Sobre la poesía”. La Biblioteca Nacional “José Martí” le ofrece un homenaje como parte del ciclo “Vida y obra de poetas cubanos”.

Su obra más famosa. Foto tomada de Internet

Recopiló y prologó el tomo de Poemas (1966) de Juan Clemente Zenea. También prologó el realizado a la reedición de El Regañón y El Nuevo Regañón (1965), de Ventura Pascual Ferrer.

En 1969 comenzó a trabajar como asesor literario de la Casa de las Américas, y al año siguiente Paradiso fue publicada por la editorial mexicana Era, en una edición revisada por el autor y al cuidado de Julio Cortazar y Carlos Monsiváis.

Su obra, especialmente su novela Paradiso, ha sido traducida a numerosas lenguas extranjeras. Recibió premios literarios en Italia y España. Entre sus traducciones de poemas y artículos del francés se destaca la del libro de poemas de SaintJohn Perse, Lluvias (La Habana, La Tertulia, 1961). 

En 1970, recibe un homenaje de la UNEAC con motivo de su sesenta Aniversario. En 1972 muere Rosa, su hermana mayor, en Miami.

Precisamente el agravamiento de su asma crónica y problemas causados por la obesidad que padecía parecen haber sido la causa de su muerte, tras una larga estancia hospitalaria, el 9 de agosto de 1976 en La Habana.

Estilo

Gran conocedor de la obra de Luis de Góngora y de las corrientes culteranas y herméticas, devoto del idealismo de Platón y ferviente lector de los poetas clásicos, Lezama vivió plenamente entregado a los libros, a la lectura y a la escritura. Por lo que respecta a su poesía, no se alteró especialmente en la forma ni el fondo con la llegada de la Revolución y se mantuvo como una suerte de monumento solitario difícilmente catalogable. 

Para muchos especialistas, el conjunto de la obra lezamiana representó dentro de la literatura hispanoamericana una ruptura radical con el realismo y la psicología, y aportó una alquimia expresiva que no provenía de nadie.  El narrador argentino Julio Cortázar fue sin duda el primero en advertir la singularidad de su propuesta. 

Su libro de poemas inicial fue Muerte de Narciso (1937), al que siguieron Enemigo rumor (1941), Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949) y Dador (1960), entregas que son otros tantos hitos de la poesía continental en la línea hermética y barroca de la expresión lírica.

Sin embargo, la obra que consagró a Lezama Lima dentro de las letras hispanoamericanas fue la novela Paradiso (1966), considerada por muchos críticos como una de las obras cumbres de la narrativa del siglo XX, en ella confluye toda su trayectoria poética de carácter barroco, simbólico e iniciático. Julio Cortázar fue sin duda el primero en advertir la singularidad de su propuesta. Muchos poetas y narradores posteriores a ese período siguen admitiendo la influencia significativa que la propuesta del maestro ha tenido en su obra.

José Lezama Lima y el escritor argentino Julio Cortázar. Foto tomada de Internet

Póstumamente se publicó todavía una novela incompleta, Oppiano Licario (1977), en la que Lezama desarrolló la figura de un personaje de ese mismo nombre que ya había aparecido en Paradiso. La crítica ha señalado que, de modo inverso al del ciclo dantesco, a pesar de que el autor se inició en la poesía y derivó luego hacia la novela, es conveniente adentrarse en Lezama empezando por Paradiso, pasando después al purgatorio de sus ensayos, reunidos mayoritariamente bajo el título La expresión americana y La cantidad hechizada, para acabar finalmente en su infierno poético.

José Lezama Lima creó un sistema para explicar el mundo a través de la metáfora y especialmente la imagen. Su famosa frase lo resume “la imagen es la realidad del mundo invisible”.

Para muchos especialistas, el conjunto de la obra lezamiana representó dentro de la literatura hispanoamericana una ruptura radical con el realismo y la psicología y aportó una alquimia expresiva que no provenía de nadie. 

Dos poemas José Lezama Lima

Ah, que tu escapes

Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no quieras creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.

Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Ah, mi amiga, si en el puro mármol de los adioses
hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar,
pues el viento, el viento gracioso,
se extiende como un gato para dejarse definir.

Rueda el cielo

Rueda el cielo que no concuerde
su intento y el grácil tiempo
a recorrer la posesión del clavel
sobre la nuca más fría
de ese alto imperio de siglos.
Rueda el cielo el aliento le corona
de agua mansa en palacios
silenciosos sobre el río
a decir su imagen clara.
Su imagen clara.

Va el cielo a presumir
los mastines desvelados contra el viento
de un aroma aconsejado.
Rueda el cielo
sobre ese aroma agolpado
en las ventanas,
como una oscura potencia
desviada a nuevas tierras.
Rueda el cielo
sobre la extraña flor de este cielo,
de esta flor,
única cárcel:
corona sin ruido.

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